El pretor romano, los hombres que traían justicia a las provincias romanas

La magistratura del pretor romano se encargaba de administrar justicia en Roma y a veces de gobernar las provincias.

Introducción

La denominación de pretor en Roma varió a lo largo de los siglos con respecto al tipo de magistratura a la que hacía referencia. En un principio vemos que se denominaba como pretores a ciertos magistrados que tenían funciones particularmente similares a las que adoptaron los cónsules con el llegar de la República. Según nos relatan Cicerón y Plinio en sus escritos, los cónsules de la naciente República eran llamados pretores en ciertas ocasiones. Así mismo, también nos encontramos con que durante la etapa de la Monarquía romana, allí por los inicios de la Urbe, un pretor era un general con poderes especiales, algo ciertamente más semejante a su función final.

Dicho todo lo anterior, en este artículo hablaremos sobre lo que hoy en día entendemos universalmente como el pretor romano, es decir, la magistratura encargada de administrar justicia en Roma y, en algunos casos, gobernar y traer orden a las provincias, así como además el ser uno de los escalafones del Cursus Honorum.

Ilustración de un pretor.
Publio Cornelio Escipión Africano sirviendo como pretor.

Orígenes y características

Originalmente los pretores eran los generales en jefe del ejército romano, aunque en tiempos de relativa calma también oficiaban de intérpretes de las leyes y jefes del tribunal. No obstante, su función fue evolucionando con el paso de los siglos hasta convertirse en figuras de peso político.

Es muy difícil entender las razones por las cuales esta magistratura fue modificada de manera tan radical, ya que los autores clásicos no explican en sus escritos las razones o sucesos históricos que llevaron al cambio. No obstante, los estudiosos modernos creen que la serie de conflictos que tuvieron lugar entre principios y mediados del siglo IV a.C. jugaron un rol fundamental. Estos fueron los conflictos de clase entre plebeyos y patricios, comenzando con el Conflicto de los órdernes a principios de dicho siglo, la instauración de los tribunos de la plebe y culminando con la Lex Liciniae Sextiae en el año 367 a. C., ley que permitió a los plebeyos acceder a la magistratura más alta y de mayor poder en la República y ser elegidos como cónsules -pudiendo así ocupar el cargo dos plebeyos en simultáneo o un plebeyo y un patricio, pero no así dos patricios simultáneamente-.

Fue durante el período de tiempo anteriormente mencionado, más precisamente unos pocos años antes de que se promulgue la ya para ese entonces inevitable Lex Liciniae Sextiae, que la magistratura del pretor fue elevada a un rol de mayor poder político y legal, y esto se debió principalmente a los patricios pujando por intentar retener su poder social y político ante tantos cambios sociales. En efecto, durante un breve período de tiempo la magistratura del Praetorium solo estuvo abierta a los ciudadanos patricios. Teniendo esto en cuenta podemos ver claramente las intenciones de los patricios detrás de esta maniobra política, a través del pretor intentaron instalar un tercer cónsul que vuelva a inclinar la balanza de poder a su favor -recordemos que los cónsules eran los oficiales de mayor poder en Roma, eran elegidos de a pares para gobernar durante un año y tenían en el poder de veto así como el imperio (poder de mando)-.

La pretura se abre a los plebeyos

Sin embargo, lo anterior duraría poco tiempo, y en el año 337 a. C. la pretura se abre también a los plebeyos debido a las presiones impuestas por estos. Tras esto la función del pretor se terminó de definir en lo que hoy en día entendemos como pretor, no un «tercer cónsul», sino un magistrado poderoso encargado de administrar justicia y, durante períodos de crisis, gobernar provincias rebeldes y cumplir con ciertas funciones de mando militar.

Con este cambio se transfieren las funciones de administración de justicia de los cónsules a los pretores agilizando así el manejo del gobierno romano y aliviando las funciones de los cónsules en un tiempo donde el tamaño de la República se estaba expandiendo considerablemente -debido a esto es que los cónsules eran también llamados Iudices, jueces, en los albores de la República-.

Para el año 242 a. C. -aunque varias fuentes indican que muy posiblemente esto ocurre en el año 246 a. C.- un segundo pretor es introducido. Posteriormente, con el incremento de los territorios conquistados y la anexión de provincias, más pretores se harían necesarios como veremos más adelante en éste mismo artículo.

Elección y privilegios

Los pretores eran elegidos luego que los cónsules fueran elegidos por el Comicio Centurido -Latín: Comitia Centuriata, perteneciente a un sistema de asambleas de voto que dividía a las personas por su clase, edad y dinero. Siendo la Centuriata la más poderosa-. La edad requerida para que un pretor ocupara su cargo era de 40 años, tal medida fue establecida por la Lex Vibia Annalis. Ya en la época imperial el requerimiento de edad necesaria se reduce a 30 años. Con la definición del Cursus Honorum se hizo necesario primero haber oficiado como edil antes de poder ser elegidos como pretor.

Los beneficios de haber accedido a la pretoria eran cuantiosos y deseables por todo romano en búsqueda de una brillante carrera política. Primeramente el prestigio obtenido y el agregado requerido al Cursus Honorum eran unas de las principales razones por las cuales los aspirantes a las altas esferas del gobierno romano pelearan por el cargo.

Era normal que un pretor al terminar su período se dirigiera a una provincia como gobernante con el título de Propretor o Procónsul. La distinción social a simple vista era notable, ya que se le permitía vestir la toga praetexta, señalando así su condición de magistrado ante la sociedad. No solo en adornos y condecoraciones un pretor gozaba de distinciones, sino que además su seguridad personal era incrementada al ser escoltado por dos lictores. Tal escolta se debió a que los pretores eran el blanco por excelencia de agitadores y personas rencorosas u ofendidas por algún fallo (y, en varias oportunidades, personas que habían sido avasalladas verdaderamente).

Pretor romano dando oratoria.
Pretor romano dando oratoria.

El botín de asedio

Sabemos, además, que no era algo fuera de lo común el que cuando un pretor oficiaba como comandante de las tropas este también administrara el botín del asedio. Sin embargo, muchas veces los prolongados meses de espera para lograr el éxito del asedio llevaban a que se produzca un cambio de pretores en el ínterin. En tal caso el botín era dividido entre el entrante y el saliente. Polibio de Megalópolis en su magnánima obra Historia Universal bajo la República Romana, más exactamente en el primer tomo, nos entrega un vivo recuento de una de éstas situaciones:

Ya se encontraban los midionios en un estado deplorable, y esperaban de día en día su rendición, cuando el pretor anterior, a la vista de aproximarse el tiempo de las elecciones y ser forzoso el nombramiento de otro, dirigiendo la palabra a los etolios, les dijo: que supuesto que él había sufrido las incomodidades y peligros del cerco, era también razonable que, tomada la ciudad, se le confiase la administración del botín y la inscripción de las armas. Algunos, principalmente aquellos que aspiraban al mismo cargo, se opusieron a la petición y exhortaron a las tropas a que no diesen su voto antes de tiempo, sino que lo dejasen indeciso para quien la fortuna quisiese dispensar esta gloria. Por fin llegaron al acuerdo de que el nuevo pretor que tomase la ciudad repartiría con su predecesor la administración del botín y la inscripción de las armas.

Polibio de Megalópolis, Historia Universal bajo la República Romana.

Tareas de los pretores romanos

Ilustración de un pretor romano sentado en una silla.
Ilustración de un pretor romano.

Si tenemos en cuenta el significado etimológico de la palabra pretor «el hombre que va antes que los otros» podremos entender que su designación estaba directamente ligada a la Ley y la Justicia misma -aunque muy posiblemente haga más referencia a sus tareas como generales que a las de jueces-. El pretor era el encargado de la administración de la justicia, asegurando que todas las leyes romanas fuesen obedecidas y cumplidas.

Governación

También poseían el imperio (Imperium, es decir el poder  de mando) cuando los cónsules no se encontraban en Roma, de hecho en ocasiones se denominaba a los pretores como collega consulibus (colegas del cónsul). No obstante, se mantenían bajo el margen de instrucciones dejadas por el cónsul respetando el poder de estos ante todo, ya que eran los verdaderos gobernantes y el pretor sólo un suplente o asistente.

En los primeros tiempos el pretor debía gobernar bajo los Edicta -edictum-, es decir un edicto con los lineamientos propuestos, de antemano, por los cuales este se manejaría en su cargo. Ciertamente dicha costumbre otorgaba mayor claridad y coherencia a su mandato. También ayudaba a su elección, ya que, lógicamente, el Comicio elegiría al pretor más acorde de las necesidades reinantes del momento en cuestión.

Provinciae consulares

Cuando un pretor era enviado a gobernar una provincia se denominaba provinciae consulares, y su poder era similar, generalmente, al poder que un cónsul podía tener en la capital, solo que limitado a  la provincia en cuestión. Esto se daba mayormente en territorios hostiles o que ofrecían una fuerte resistencia a la asimilación Romana.

Grupo de personas escuchando las ordenes de un pretor romano.
Pintura que representa al Pretor Peregrino Escipión dictando sentencia.

Líderes militares

Si bien las funciones legales de los cónsules fueron transferidas a los pretores, los cónsules continuaron siendo los líderes absolutos del ejército. Sin embargo, los pretores cumplían con funciones de alto poder militar. Por ejemplo, si la situación lo requería podían manejar legiones enteras, generalmente de reserva, para así ir al auxilio del ejército principal de los cónsules en situaciones de crisis.

El pretor peregrino y el pretor urbano

Como mencionamos en la sección anterior, en el año 242 a. C. -o muy posiblemente 246- un segundo pretor es introducido y se da una reestructuración importante en dicha magistratura. Este nuevo pretor pasa a denominarse Praetor peregrinus y su tarea era la de administrar justicia en litigios entre peregrinis -es decir extranjeros o viajeros- o entre peregrinis y ciudadanos romanos. También este nuevo pretor podía salir de la ciudad y viajar por Italia cuando un problema de gran envergadura así lo requería.

El pretor original, es decir el que ya se encontraba anteriormente, pasa a ser denominado Praetor urbanus -Praetor urbis- quedando fijo en Roma y siendo ciertamente el jefe de esta magistratura para la administración de justicia. Como su nombre lo indica estaba directamente ligado a la ciudad, razón por la cual no podía ausentarse de esta por un lapso superior a los 10 días. El urbano tenía mucha importancia a nivel político, ya que era el encargado de presidir las cortes especiales que juzgarían a gobernantes en casos de corrupción o traición.

Ambos pretores tenían Jurisdictio -podían administrar Justicia- y el Jus Edicendi que era el poder que les permitía crear edictos. Gracias a estos poderes los pretores lograron agilizar y mejorar considerablemente la gobernación romana, razón por la cual prontamente se irían agregando nuevos pretores a la magistratura. Ver sección: Cantidad y número de pretores en este mismo artículo.

Judices e investigación de los delitos

Cuando se encontraban ante un crimen no era el pretor en sí mismo el que investigaba los hechos del crimen o la disputa, sino que éste nombraba uno o más Judex (plural Judices) que se encargarían de esta tarea siguiendo las instrucciones suministradas por el pretor con anterioridad. Cuando el caso en cuestión lo requería, ya que era de importancia o de necesidad urgente, se daba un Interdictum, es decir que el pretor en persona se encargaba de presidir el caso.

Los juegos de Apolo

Entre sus tareas además estaba la de llevar el Ludi Apollinares -Ritual instaurado luego de la Segunda Guerra Púnica donde se buscaba el favor y protección del dios Apolo ofreciéndole sacrificios y ceremonias-. Para concretar dicha tarea el pretor urbano recibía una suma de dinero del estado, la cual debía administrar e invertir para asegurarse de que el Ludi Apollinares se concretase de manera exitosa.

Otras funciones

En varias oportunidades -aunque no así en sus primeros tiempos sino ya cuando el número de pretores era elevado- algunos debieron ocuparse de tareas extraordinarias, como por ejemplo la inspección del gasto de recursos.

Los pretores durante el Imperio Romano

Como ocurrió con gran cantidad de magistraturas republicanas, el prestigio y poder de la pretoria, así como sus tareas, disminuyen en la época Imperial. Gradualmente su poder decrece al punto que en la época tardía del Imperio sólo había un pretor y su función era simplemente la de encargarse de ofrecer los juegos.

Literalmente vemos como una de las más importantes magistraturas de la era republicana termina teniendo menos importancia que la de un edil. Esto se contrasta si observamos que en un principio, bajo Augusto, las tareas de carácter judicial de los ediles fueron transferidas a los pretores.

No obstante, durante el imperio muchos pretores siguieron oficiando como comandantes y generales de las tropas. Vemos un ejemplo de esto durante las guerras Marcomanas, conflicto en el cual Tito Furio Victorino comandó un ejército de emergencia hecho con marinos cuando los germanos invadieron el norte de Italia.

Cantidad y número de pretores

En el 242 a.C. un segundo pretor es agregado a la magistratura, el pretor peregrino (ver sección el pretor peregrino y el pretor urbano en este mismo artículo para una descripción en detalles de sus tareas). Dicho agregado no fue un hecho aislado y el número de pretores crecería junto con Roma. En el año 227 a. C. dos nuevos pretores son agregados a los ya existentes elevando el número a cuatro. Dada la necesidad de mayor control institucional en importantes anexiones territoriales, estos nuevos integrantes de la magistratura quedan como los responsables de la administración de las provincias de Sicilia y Sardinia.

Dos nuevos pretores son agregados en 197 a.C. para administrar las dos regiones más importantes de Hispania. Volvemos a ver un incremento en plena época de crisis de finales de la República, y como en toda crisis los excesos se hacen evidentes. El agregado de pretores se hace rutina, logrando así que el incremento de estos magistrados tenga lugar como un factor constante. Observamos que Sula incrementa el número de pretores a ocho. De los cuales dos permanecerían en Roma como pretores urbanos y el resto se dedica a viajar por los territorios romanos resolviendo circunstancias importantes como pretores peregrinos. Julio César aumenta este número a diez, luego a catorce y finalmente a dieciséis.

En el Imperio el número de pretores fluctuaba entre diez y dieciocho. En la época tardía del Imperio, como hemos leído, el número se reduce de manera drástica a un sólo pretor de reducidas obligaciones religiosas.


Curiosidades

  • La Guardia Pretoriana, como podemos leer en el artículo dedicado a ésta, obtiene su nombre del pretor romano. En los tiempos en los que el pretor era un general en jefe del ejército romano su campamento en el campo de batalla era denominado como El Pretorio -Praetorium-. Debido a que los mejores soldados romanos eran seleccionados para resguardar dicha carpa, es así que este nombre se asoció a la élite militar Romana. Razón suficiente como para nombrar a la guardia de élite bajo ésta particular denominación.

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