De las cosas del campo, libro III – Marco Terencio Varrón

De las cosas del campo - libro II - Marco Terencio Varrón. Tratado sobre agricultura, apicultura y administración rural romano.

De las cosas del campo

Marco Terencio Varrón

De las cosas del campo, (en latín: Rerum rusticarum) publicada alrededor del año 19 a. C. es una de las tantas obras escritas por el polígrafo, historiador, funcionario y militar romano Marco Terencio Varrón. De clase ecuestre y aliado a Pompeyo Magno durante la Guerra Civil de 49 a. C. Varrón divide su obra en sus libros: el primero, el cual dedica a Fundania, su esposa, trata sobre la agricultura, el segundo trata sobre la ganadería y finalmente el tercero trata sobre los cuidados de la granja y la apicultura. La obra en sí tiene un carácter histórico muy interesante, ya que Varrón cita frecuentemente a las obras de otros dos grandes autores romanos del pasado que publicaron libros de agricultura: Marco Porcio Catón (y su obra De Agri Cultura) y Cayo Licinio Calvo Estolón.

De las 490 obras escritas por este prolífico autor solo unas pocas han llegado a nuestros días. No obstante, sus trabajos sobre la historia romana han sido cruciales para poder reconstruir una cronología de los eventos históricos de la República romana.

En la traducción se han conservado las unidades de medida romanas, puede consultar las siguientes tablas de medidas romanas en caso de tener alguna duda.

De las cosas del campo

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Libro III

De los cuidados de la granja

Nota importante: el siguiente texto ha sido digitalizado por imperivm.org utilizando un sistema automatizado de reconocimiento de caracteres a partir de un libro con la traducción de Domingo Tirado Benedí editado en 1945. Cualquier error (sobre todo en lo que respecta a los signos de puntuación) se debe a defectos en el proceso de digitalización de la obra no captados durante la revisión.

I.

[1] A dos géneros de vida se entregan los hombres, oh Q. Pinno: la vida rural y la vida urbana, las cuales, indudablemente, son distintas no sólo por el lugar, sino también por su diverso origen en el tiempo. La más antigua, con mucho, es la vida rural, ya que es sabido que los hombres habitaban los campos antes de que tuvieran ciudades. [2] De éstas, en Grecia, es antiquísima Tebas de Beocia, que según la tradición fue edificada por el rey Ogiges. En el campo romano, la más antigua es Roma, fundada por el rey Rómulo. Y es ahora cuando se puede decir, con más verdad que en los tiempos de Ennio, que «hace poco más o menos setecientos años, la ínclita ciudad de Roma fue fundada bajo los más augustos augurios». [3] Tebas, que se edificó, según dicen, antes del cataclismo de Ogiges, tiene sin embargo cerca de dos mil cien años, ahora bien, si comparas estas fechas con aquellos tiempos primitivos en que los hombres comenzaron a cultivar la tierra y no tenían otras moradas que chozas y cabañas, y desconocían lo que son paredes y puertas, te darás cuenta del número incalculable de años en que los habitantes de los campos existían antes que los de las ciudades. [4] No hay que admirarse de ello, sin embargo, pues la divina naturaleza nos dio los campos y el arte humana edificó las ciudades. Mientras que en Grecia, según todos dicen, tardaron en introducirse las artes miles de años, en la tierra siempre hubo campos que podían ser cultivados. Pero no sólo la agricultura es más antigua, sino que es mejor. Por esto, no sin motivo, nuestros mayores hacían volver con frecuencia los habitantes de la ciudad a los campos, con lo cual se aseguraban, de parte de los romanos del agro, la alimentación en tiempo de paz y de Ja defensa en tiempo de guerra. [5] Y no sin causa también, daban indistintamente los nombres de madre y de Ceres a la Tierra y consideraban que los que la cultivaban hacían una vida tan santa y tan útil, que sólo a ellos se les creía restos de la vieja estirpe del rey Saturno, por lo mismo, se convino en llamar iniciación a las grandes ceremonias del culto de Ceres. [6] Incluso el mismo nombre de Tebas indica que los campos eran anteriores a las ciudades, ya que lo recibió, no por su fundador, sino por el suelo donde estaba edificada. Pues, en efecto, en la primitiva lengua griega, así como entre los eolios de Beocia, se designaban con el nombre de Tebas, sin aspiración, las colinas, y todavía se usa esta denominación entre los pelasgos venidos de Grecia a la tierra de los sabinos. Como vestigio de ello, aún se ve en la Via Salaria del campo sabino, no lejos de Rieti, una pendiente miliar, a la que llaman Tebas. [7] En un principio, a causa de la pobreza, las cosas de la agricultura no estaban diferenciadas: descendientes de pastores, los que cultivaban los campos sembraban y apacentaban a la vez sus ganados en ellos; pero, más tarde, al aumentar sus riquezas, se pusieron aparte los rebaños y unos se decían ya labradores y otros pastores. [8] La misma cosa, sin embargo, tiene un doble aspecto, todavía no bastante diferenciado, pues una cosa es el cuidado de los animales en la granja y otra muy distinta el pastoreo en los campos. Este último constituye una ocupación conocida y noble, llamada ganadería, que a muchos hombres enriquece y para la cual tienen, ya arrendadas, ya compradas, grandes extensiones de tierras. Otra cosa es el cuidado de la granja, que se considera más humilde, y, hasta cierto punto, como un anexo de la agricultura, el cual, que yo sepa, nadie ha explicado todavía en todas sus partes. [9] Yo siempre he creído que las cosas del campo, que comprenden todo lo que en él da fruto, han de ser consideradas en tres grupos: uno la agricultura, otra la ganadería y, el tercero, el cuidado de la granja. Así, pensé tratar la materia en tres libros, de los cuales llevo escritos dos: uno, que trata de la agricultura y que les dediqué a Fundania, mi esposa, y otro, de ganadería, dedicado a Niger Turranio. Quédame por escribir el tercero, en el cual me ocuparé del cuidado de la granja, y éste te lo dedicaré a ti, como un merecido tributo a nuestra vecindad y gran cariño. [10] Ya que tu casa de campo, tan notable por la belleza exterior como por los pavimentos interiores, no te parecería digna si no tuviera adornadas sus paredes por dentro con libros, que es el adorno que más aprecias. Por eso mi deseo es ayudarte a que, en lo que esté de mi parte, tu bella mansión responda por su fruto a la perfección que ostenta, para lo cual te envió este libro, que es una recopllación de las conversaciones que tuvimos en otro tiempo sobre lo que debe ser la granja perfecta. Y dicho esto, entraré a hablar del asunto,

II.

[1] Eran los comicios para la elección de ediles y, a causa del excesivo calor, mi amigo de la misma tribu, el senador Q, Axio y yo, nos habíamos salido; pero deseábamos estar cerca pata acompañar a nuestro candidato cuando volviera a su casa. Entonces Axio me dijo: —¿Quieres que nos vayamos a la sombra de la casa pública, mientras se hace el escrutinio, en lugar de ir a amontonarnos en medio de la tienda que nuestro candidato puede ofrecernos? ——Cuando se trata de algún mal consejo —-le dije—- opino que el proverbio tiene razón; tanto peor es para el que lo pide como para el que lo da; pero, si es bueno, tanto mejor es para el que lo da como para el que lo recibe.— Así, pues, nos fuimos y entramos en la casa pública. [2] allí estaba el augur Apio Claudio sentado en su banco, y dispuesto a responder al cónsul si le preguntaba. Sentados a su izquierda estaban también Cornelio Mérula, de familia consular, y Fircelio Pavo, de Rieti, y.a su derecha, Minucio Pica y M. Petronio Passer, luego que nos acercamos, le dijo Axio sonriéndose: —-¿Nos quieres recibir en tu pajarera, entre los pájaros que te rodean?— [3] A lo que respondió: —-No faltaba más, y principalmente a ti, que me hiciste comer aves de paso cuyo gusto me viene ahora a la boca, cuando estábamos cerca del lago Velino en tu casa de Rieti, en aquellos pocos días que tuve que pasar allí a causa de haber sido llamado para resolver una cuestión surgida entre los habitantes de Terni y los de Rieti. Por lo demás —-añadió—, ¿no es esta casa en la cual nos hallamos, y que fue edificada por nuestros mayores, más sencilla y, a la vez, de-mejor gusto que tu casa de Rieti? [4] ¿Se ven aquí incrustaciones de oro o un limonero? ¿Se ve brillar el color azul o el rojo de los albaricoques? ¿Se anda sobre tablas o sobre mosaicos? Pues todas estas magnificencias se hallan en tu casa. Sin embargo, ésta es común a todo el pueblo romano y la tuya sólo sirve para ti; éste es un lugar de retiro para los ciudadanos al salir de los comicios y para todo el que lo desee; mientras que la tuya ha sido hecha para los asnos y las yeguas. Además, esta casa es de utilidad para la administración pública: aquí los cónsules pasan revista a sus cohortes, donde se hace la presentación de las armas y adonde los censores convocan al pueblo para el cómputo.— [5] Y axio le replicó: —-¿Cuál consideras, sin embargo, más útil, ésta o la que tienes tú en el extremo del campo de Marte, que retiene, en su conjunto, mucha más suntuosidad que todas las de Rieti? jNo esta, acaso, más adornada de cuadros y estatuas que la mía? Yo no tengo ningún vestigio de la mano de Lisippo o de Antifilo, sino que allí sólo los sembradores y los pastores dejan con frecuencia sus huellas. ¿Y cómo podría ser de otra manera, si la idea de una casa de campo implica la de una finca de cultivo en gran escala y en Ja tuya no hay mi una pulgada de tierra cultivada, ni un buey, ni un jumento? [6] (Qué tiene de común vuestra casa de campo con las que poseían tu abuelo y tu bisabuelo? allí no se ven ni el heno secándose sobre las tablas, ni la vendimia-en las bodegas, ni las mieses en los graneros. Porque, en fin, una casa de campo no es tal por el hecho de hallarse edificada en las afueras de la ciudad, como no lo son las viviendas construidas al otro lado de la puerta Flumentana o en el barrio Emiliano.— [7] Entonces Appio dijo sonriéndose: —-Como ignoro estas cosas, desearía que me enseñarais lo que es una casa de campo, pues estoy a punto de cometer la imprudencia de comprar una a M, Seyo en Ostia. Pues, si una casa no es de campo más que con la:condición de tener un burro como el que me habéis enseñado en vuestra casa, el cual os ha costado cuarenta mil sestercios, me temo que, en lugar de la casa que deseo comprar, me tenga que conformar con una vivienda de Seyo situada en la costa; [8] pero es nuestro amigo L. Mérula, aquí presente, el que me aconsejé esta adquisición había pasado algunos días en casa de Seyo, y, vía me dijo, nunca una casa de campo le había gustado tanto. Sin embargo, allí no había visto ni cuadros, ni estatuas de bronce o de mármol, sino solamente la pisadera, el lagar, los depósitos para el aceite y la piedra del molino.— [9] Y Axio, volviéndose a Mérula: ——Qué casa de campo es esa —le dijo— donde no hay ni los adornos de una casa de la ciudad ni los instrumentos para los trabajos de la finca?— A lo cual Mérula respondió: ——¿Es tal vez que tu casa de campo de Velino, donde nunca pusieron los pies ni el arquitecto ni el pintor, merece menos ese nombre que la que tienes en Rósea, donde todas las artes se han dado cita y cuyo disfrute tienes en común con tu asno?—— [10] aquí Axio dio a entender con movimiento de cabeza que la primera, aunque simplemente campestre, era tan casa de campo como la que tenía el doble carácter de casa de la ciudad y casa rústica, y le preguntó qué era lo que pensaba a este respecto. —¿Que qué pienso? Pues sencillamente, que si tu casa de Rósea es una granja en el verdadero sentido por los productos que de allí sacas y por los grandes rebaños que pacen en tus prados y se abrigan en tus establos, debemos dar justamente ese nombre también a todo establecimiento en el cual los animales que allí se cuidan nos dan rendimientos cuantiosos. [11] ¿Qué importa que estos provechos vengan de las ovejas o de las aves? ¿Hallarás más dulce por eso el producto de tus animales de cuernos, de los que nacen las abejas, que el de las abejas mismas que se ven trabajar en las colmenas de la casa de campo de Seyo? ¿Venderás, acaso, más baratos los cerdos criados en tu granja que los jabalíes que vende Seyo para el matadero de aquí? [12] — Y no puedo tener esto en mi granja de Rieti? —-pregunté Axio—. ¿O es que nada más se produce la miel de Sicilia en casa de Seyo y no se puede lograr en Rieti más que miel corsa? ¿Acaso la bellota que compra Seyo tiene la virtud de engordar sus jabalíes, mientras que la mía, que la obtengo gratuitamente, los hace esmirriados? —¿No ha negado Mérula —replicó Apio— que puedas hacer en tu casa las mismas cosas que Seyo; pero yo mismo no he visto que las hagas. [13] Porque hay dos clases de pastoreo: uno agreste, en el cual se hallan comprendidos los rebaños: y otro el de Ja granja, en el cual se comprende la cría de gallinas, palomas, abejas y, en general, de toda clase de animales que suelen cuidarse en la misma, de los que se han ocupado, en distintas partes de sus libros, Magón de Cartago, Casio Dionisio y otros, cuyos escritos parece que ha leído Seyo, por lo cual saca más provecho de una sola granja por los cultivos de animales que tiene en la misma, que otros de todas sus fincas. [14] ——Ciertamente —dijo Mérula—. Yo he visto allí bandadas enormes de gansos, de gallinas, de palomas, de grullas, de pavos, así como también multitud de lirones, peces, jabalíes y otros animales de caza, El liberto que guarda sus libros, a quien Varróón ha visto, y que me hizo los honores durante la ausencia de su amo, me aseguró que éste sacaba (de su granja), en un solo año, más de cincuenta mil sestercios.— Como Axio parecía extrañado, le dijo: —Puedes estar seguro. ¿Conoces la finca de mi madre, que se halla en la Via Salaria, en el país de los sabinos, a unas veinticuatro millas de Roma? [15] ——Si, por cierto, ya que allí me detengo a descansar a mediodia, cuando durante el verano suelo hacer mis viajes de la ciudad a Rieti, y lo mismo, cuando vuelvo en invierno, establezco en dicho sitio mi campamento. —Pues bien; en esta granja hay un aviario del cual han salido, según mis noticias, en un solo año cerca de cinco mil tordos, que fueron vendidos a tres denarios cada uno, de manera que sólo este producto ha importado este año sesenta mil sestercios, o sea el doble de la renta que sacas de tu finca de doscientas yugadas en Rieti, —¿Cómo sesenta mil sestercios? —exclamé Axio—, ¿Sesenta mil? ¿Sesenta mil?, tú te burlas, —Sesenta mil —- repetí. [16] ——Sea; pero para alcanzar esa ganancia tiene que darse el hecho de algún festín público, o alguna conmemoración extraordinaria, como la de Metelo Escipión, o aquellas cenas de sociedad cuyo gran número, en ciertas épocas, hizo encarecer los precios de nuestras carnicerías, pero en los demás años tardarías mucho en reunir esta suma, —Estad seguro, por el contrario, de que un aviario nunca te defraudara. Ni tampoco de que, por las costumbres de los tiempos, no se puedan tener esperanzas de esta clase. Porque, ¿cuál es el año en que no se celebre alguna conmemoración, algún festín o alguna de esas cenas colectivas que son tan frecuentes que encarecen nuestros víveres? —-Podías decir —-repuso Mérula—- que, en estos tiempos de lujo tales festines son diarios dentro del recinto de Roma. [17] ¿No decía, acaso, L. Abucio, hombre sabio (como todos conocéis) y del cual tenemos sátiras semejantes a las de Lucillo, que su línea del país albano le producía mucho menos que los criaderos de su granja? La renta del campo era de menos de diez mil sestercios, mientras que la granja le daba veinte mil. El mismo decía que con una granja colocada en el sitio que más le agradara, junto al mar, obtendría más de cien mil. ¿Es que, últimamente, no ha vendido M. Catón, por cuarenta mil sestercios los peces de los criaderos de Lúculo que había tomado a su cuidado? [18] —-Amigo Mérula —dijo Axio—, ¿quieres recibirme como discípulo para la cría de animales en una granja? ——Si, pero es preciso pagar como salario del maestro para una cena, por adelantado. —No me niego a ello, desde hoy mismo —dijo Axio—, y de tantos animales como me hayáis enseñado a criar, —-Me temo —repuso Apio—- que me des a comer algún ganso o algún pavo muertos en tu corral. —¿Qué importa —le dijo Axio—– que las aves o los peces que te sirvan estén muertos, ya que no podrías comerlos de otra manera? Pero te ruego, Mérula, que me inicies en esta disciplina de la cría de animales en la granja y que me digas sus recursos y su forma.

III.

[1] Mérula aceptó gustoso, —-Antes que nada —-dijo—, el amo debe saber las clases de animales que se alimentan o pacen en una granja o en sus alrededores, ya se tengan para su provecho o para su recreo. Hay que estudiar aquí tres disciplinas diferentes: la de los aviarios, la de los leporarios y la de los viveros de peces. Entiendo por «aviario» el sitio en donde se cuida a toda clase de aves, que suelen alimentarse dentro de las paredes de una granja; [2] Por «leporario» quiero darte a entender, no lo que significaba esta palabra para nuestros abuelos de la tercera generación , un sitio exclusivamente poblado de liebres, sino todos los recintos de la granja en donde se tienen encerrados toda clase de animales que pacen. De la misma manera, por viveros de peces entiendo todo depósito de agua salada o dulce en el cual pueden tenerse esos animales en la granja. [3] Cada una de estas disciplinas puede considerarse dividida, por lo menos, en dos-partes. Así, para la cría de aves, en la primera parte se consideran aquellas que viven solamente en tierra, como los pavos, las tórtolas y los tordos; y, en la segunda, aquellas especies que no se contentan sólo con tierra, sino que necesitan también agua, como los gansos, las cercetas y los patos. Por lo que se refiere a los animales de caza también los hay de dos clases: los jabalíes, las cabras montesas y las liebres, por un lado, y las abejas, caracoles y lirones por otro, que son de fuera de la granja. [4] Y en tercer lugar, los seres acuáticos son de dos clases: por una parte los que viven en agua dulce, y por otra los que viven en agua del mar. De aquí que sean seis partes distintas, debiendo tener tres clases de gentes para su cuidado: cazadores de aves, cazadores de mamíferos y pescadores, o al menos utilizar de éstos para comprar madres en estado de producir, y que tus esclavos, bajo tu vigilancia, tengan el cuidado de las crías, les den de comer y las engorden hasta que puedas llevarlas a la carnicería. Algunos animales pueden adquirirse sin las redes de los cazadores, ni de los pescadores, tales como los lirones, los caracoles y las gallinas. [5] Por éstos comenzó el primer cultivo, pues son los primeros que se tienen en la granja. Los pollos, por ejemplo, en su origen, no se multiplicaban solamente por los cuidados de los augures romanos, sino también por los de los padres de familia del campo. En segundo lugar, para tener en la granja animales de caza se encerraron éstos en cercados especiales, y se establecieron también las colmenas, donde las abejas no tenían al principio más que el abrigo de un cobertizo. [6] En tercer lugar, se establecieron estanques de agua dulce, en los que se echaban los peces pescados en los rios. Cada una de estas tres clases de cuidados ha pasado por dos periodos señalados, el superior por la característica frugalidad de los antiguos, y el inferior, por el lujo de los tiempos posteriores. En el primer periodo, en efecto, nuestros abuelos no tenían en la granja más que dos sitios reservados a la cría de aves: el corral, al descubierto, en el que pacían las gallinas y cuyos frutos eran los huevos y los pollos, y una torrecilla elevada, que servía de -palomar, situado en lo más alto de la granja. [7] Ahora, por el contrario, hemos cambiado el nombre de los aviarios, a los que llamamos «ornithones», creación del refinamiento moderno cuya construcción ocupa más sitio que toda la granja entera en otro tiempo, y en los que se alojan solamente los tordos y los pavos. [8] Lo mismo puede decirse de los leporatios. El de tu padre, Axio, no tenía más que liebres. Hoy, en cambio, se ven enormes emplazamientos que encierran entre paredes muchas yugadas de tierra, en donde se cultivan multitud de jabalíes y de cabras montesas— Y volviéndose hacía mi, continuó: —-Cuando Pisón te vendó su finca de Tiusculo, ¿cuántos jabalíes no tenía en el parque? [9] Y, en tercer lugar, los que tenian viveros para peces, ¿los conocían de otra clase que de agua dulce en donde criaban escualos y mújoles? En cambio hoy, ¿no tenemos a un Rhinton, que dice que no ofrece más interés tener tales peces en un estanque que tenerlos llenos de ranas? Hallándose un día Filipo en Casino, alojado en la morada de Ummidius, éste le sirvió una locha, hermoso pez, cogido en tu acequia, amigo Varrón; pero apenas Filipo lo hubo gustado, lo escupió exclamando: «Creí que iba a morir quién puede creer que esto sea pescado?»’ [10] —-Así —-le dije—, el lujo de nuestra edad ha propagado los parques de caza y ha extendido los viveros de peces hasta el mar, haciendo-entrar en ellos en cantidad toda clase de peces marinos. ¿No es de estos últimos de donde han sacado sus apellidos Sergio Orata y Licinio Murena? iY quién desconoce, en efecto, las ricas piscifactorías de los. Filipos, los Hortensios y los Lúculos? —-Dime, Axio —-preguntó entonces Mérula—, ¿desde cuándo quieres que empiece?—

IV.

[1] A lo que Axio replicó: —-A mí me ha gustado siempre (como dicen) tomar los principios de la parte de atrás de los campamentos, esto es, que me gustan más los tiempos actuales que los antiguos; porque, después de todo, más producen los pavos que las gallinas. Por lo tanto, no te ocultaré que me gustaría que empezaras por los aviarios («ornithones»); en primer lugar porque los tordos han contribuido mucho a hacer famoso este nombre, y además, los setenta mil sestercios que estos pájaros han producido a Fircelina, han excitado mi codicia de poseerlos también, —Muy bien —dijo Mérala.— [2] Hay dos clases de aviarios: unos de placer, como el de nuestro amigo Varrón en Casino, que ha tenido tantos admiradores, y otros de utilidad para llevar las aves al matadero; a estos Últimos se dedican en la ciudad sitios cerrados, donde se meten las aves que se compran en el campo, principalmente en el país de los sabinos, que es, naturalmente, el más frecuentado por los tordos. [3] A éstos hay que añadir una tercera clase, la que ha imaginado Lúculo, quien mandó hacer en Túsculo una especie de comedor, en cuyo techo colocó el aviario; en dicho comedor organizó cenas para darse el placer de disfrutar de buena carne, por un lado, y por otro, gozarse con el espectáculo de los tordos vivos que revoloteaban alrededor dentro de las jaulas donde estaban encerrados. Invento bastante inútil, pues los restos de estas aves son tan poco agradables a-la vista como el olor fétido que echan es enojoso al olfato.

V.

[1] —Ahora bien, Axio, como creo que te decides principalmente por los aviarios de los que se saca provecho, te hablaré no de aquellos en los que se comen tordos, sino de los otros en que se les engorda para comérselos. Se levanta a este efecto un peristilo, una especie de construcción en forma de cúpula, cerrada en su parte superior por un tejado o con una red que pueda contener varios miles de tordos y de mirlos. Otros añaden algunas especies de aves que se venden igualmente a buen precio cuando los pájaros están gordos, tales como los hortelanos y las codornices. [2] Se lleva allí el agua por medio de una canalera, o bien por varios canalitos muy estrechos, pero que se pueden limpiar fácilmente; si son demasiado anchos se ensucian muy pronto y dan lugar a una pérdida de agua; hay que procurar que la corriente sea constante y que el agua sobrante no se detenga, lo que perjudicaría alas aves. [3] La puerta debe ser pequeña, estrecha y fuerte, de las que llaman conchas, como las que suelen colocarse en las plazas de toros. Las ventanas han de ser escasas y que a través de ellas no se vean los árboles ni otros pájaros del exterior, ya que su vista y deseo haría enflaquecer a las aves encerradas sólo se debe dejar penetrar la luz suficiente para que las aves puedan ver dónde están los travesaños para posarse, el alimento y el agua. Es conveniente poner una leve capa de estuco en las puertas y ventanas, para impedir que los ratones y otros animales puedan penetrar. [4] En el interior de las paredes y todo alrededor se pondrán unos listones, a manera de travesaños, en los que puedan apoyarse las aves; unos inclinados en la pared, otros clavados verticalmente en tierra y a intervalos, y otros, finalmente, cruzados a manera de una balaustrada semejante a las de los escenarios (en la parte inferior, en el suelo, deberá ponerse el agua para que beban las aves) y una especie de tortas para comida. De éstas, las mejores son las amasadas con mezcla de harina e higos. Veinte días antes de hacer la selección de los tordos habrá que aumentar su alimentación y darles para comer de la mejor harina. En este cobertizo y en los huecos hay que poner igualmente más tablas y travesaños suplementarios. [3] Frente a este aviario habrá de colocarse otro más pequeño en el que se echaran las aves muertas, ya que el criado deberá dar cuenta diariamente a su amo del número de aves que tiene bajo su cuidado. Los pájaros que están en condiciones de ser retirados se sacaran del aviario grande-a otro más pequeño, situado junto al anterior, con una puerta más ancha y con más luz, el cual recibe el nombre de «seclusorium» (retirado). [6] allí se les mata, separados de la vista de los demás, a fin de que tal espectáculo no los entristezca y se mueran antes de que Llegue el tiempo de venderlos. Estos pájaros no son como las demás aves de paso que ponen sus huevos sólo en el campo, como las cigüeñas, o debajo de los tejados, como las golondrinas: los tordos ponen aquí y allí, en cualquier parte, pues entre ellos, aunque su nombre es masculino, hay también hembras; lo mismo ocurre con los mirlos, que aunque en latín su nombre es femenino («merula»), hay también machos entre ellos. [7] Las aves son de dos clases: unas migratorias, como las golondrinas y las grullas, y otras domésticas, como las gallinas y las palomas. Los tordos pertenecen a la clase de aves migratorias; cada año atraviesan el mar para venir a Italia hacía el equinoccio de otoño y lo vuelven a pasar otra vez para marcharse hacía el equinoccio de primavera, en otras épocas, vienen también gran número de tórtolas y de codornices. Puede verse gran cantidad de estas aves de paso en las islas de Ponti, Palmas y Pandataria, – pues estas aves hacen un descanso de varios días después del primer vuelo y lo mismo cuando van de Italia para atravesar el mar. [8] —-Muy bien —dijo Apio dirigiéndose a Axio—, no tienes más que gastar como mil sestercios, viene una conmemoración o un festín público y he aquí que logras una venta de sesenta mil sestercios de la manera más licita, tal como deseabas.—- Y dirigiéndose a mí, añadió: —-A ti te corresponde hablarnos de otra clase de aviarios, de aquellos que se construyen para recreo del ánimo, como el que tienes junto a Casino, en el cual, no contento con haber excedido con mucho en la construcción al arquetipo del inventor de nuestros «ornithotrophion», a M. Lenio Estrabón, el que fue nuestro huésped en Brindis y el primero que ideó encerrar las aves en una especie de peristilo de seis caras, rodeado con una red y dentro del cual las aves pudieran vivir a sus anchas, han dejado todavía muy atrás al grandioso edificio de Lúculo en Tusculano.— [9] A lo que respondí: —Ya sabes que cerca de la ciudad de Casino hay un río que pasa límpido y profundo por mi granja, a la que atraviesa entre dos muros de piedra, el cual tiene una anchura de cincuenta y siete pies y al que, para ir de un lado al otro de la granja, es necesario cruzar por varios puentes, su longitud es de 950 pies directamente desde mi gruta artificial, que está en una islita junto a su nacimiento, hasta su confluencia con otro río mayor. En sus dos orillas, a una anchura de diez pies, hay dos paseos a cielo abierto. Entre estos paseos y el campo esta mi aviario, cerrado por la derecha y por la izquierda con paredes macizas y elevadas. [10] Sus líneas exteriores le dan el aspecto de tablilla de escribir, de forma cuadrada, con un capitel en la parte superior. La parte rectangular tiene una anchura de cuarenta y ocho pies y una longitud de setenta y dos; el capitel es redondo, con un radio de veintisiete pies. [11] Entre el aviario y el paseo que atraviesa la parte inferior, se abre un pasillo abovedado que termina en una explanada. A cada lado hay un pórtico sostenido por columnas de piedra y en los intervalos hay plantados arbustos pequeños y desde el alto muro exterior hasta el arquitrabe se extiende una red de soga de cáñamo y otra red semejante une el arquitrabe con-los pedestales de las columnas. El interior está lleno de toda clase de aves, que reciben el alimento a través de la red y el agua por un pequeño regato que lo atraviesa. [12] En la parte interior de las columnatas, a derecha e izquierda, en un recinto cuadrado y separados ‘por un pequeño sendero, hay dos piscinas’ que se extienden hasta el órtico. El sendero comunica a una especie de rotonda con una cúpula, rodeada de dos hileras de columnas aisladas, tal como existe una en casa de Catulo; pero aquí las paredes han sido sustituidas por columnas más allá de las columnas hay-un bosque artificial de grandes árboles, cerrado de murallas, y cuya espesa fronda no deja pasar la luz más que por la parte inferior. [13] El espacio es de cinco pies entre las columnas exteriores de piedra y las exteriores que son de madera de abeto, muy delgado. Entre las columnas exteriores, en lugar de paredes, hay redes y cuerdas formando una especie de jaula que deja ver el bosque, sin que los pájaros puedan escaparse. Entre las columnas interiores hay también una red que cruza el aviario de un lado a otro. El espacio intermedio de las columnatas está cruzado de listones y tablas empotradas en las columnas por sus extremos y colocados a manera de un «theatridion», en el cual pueden posarse las aves. [14] Entre las redes hay aves de todas clases, principalmente canoras como los ruiseñores y los mirlos, a las que se les da agua por medio de un canalito y se les pasa la comida a través de la red. En la parte baja de los pedestales de las columnas hay un asiento, de piedra de un pie y nueve pulgadas de altura sobre la base del zócalo, que también tiene una elevación de dos pies por encima del nivel de un estanque de cinco pies de ancho, lo que permite a los visitantes circular entre los techos y las columnatas. El estanque está rodeado de un pasadizo de un pie de anchura y su centro esté ocupado— por una islita. «Todo alrededor se han hecho unos huecos para los nidos de los patos. [15] En medio de la isla se eleva una pequeña columna en la cual se ha introducido un eje que sostiene Una mesa redonda, una rueda con sus radios, y al extremo una especie de tambor de dos pies y medio de ancho y un palmo de grueso. Esta mesa está atendida por un niño que, por un simple movimiento de rotación, pone en ella los platos y las copas al alcance de cada invitado. [16] Sobre el zócalo están los «peripetasmata» y por debajo salen los patos para nadar en el estanque, que comunica con las dos piscinas por medio de un riachuelo, de manera que se ven pasar los peces libremente de una a otra. De los extremos de los radios de la mesa de que he hablado sale agua caliente o fría, a gusto de cada invitado, seguían el grifo que se quiere abrir. –[17] En la cúpula en que termina este recinto se ven la estrella de Lucifer durante el día, y. la estrella del Héspero durante la noche, que, cada una en su hemisferio correspondiente, van señalando las horas. En la parte más alta hay una esfera sobre la cual están marcados los ocho puntos cardinales de la rosa de los vientos, como en el reloj que construyó Cyrrestes en la ciudad de Atenas. Hay allí también colocada una veleta que, al moverse, señala la dirección del viento. [18] Cuando terminaba de decir esto, se oyó un gran tumulto que procedía del campo. Aunque no habría por qué admirarse de ello, acostumbrados a la algazara de las elecciones, nosotros, junto con los atletas de los comicios, nos sentimos impulsados por la curiosidad de saber lo que pasaba. Se acercó a nosotros, en aquel momento, Pantuleyo Parra. Este nos contó que había sido sorprendido un sujeto echando nuevas papeletas en una urna y que los competidores del candidato favorecido lo habían llevado ante el cónsul. Pavón se levantó inmediatamente, pues se decía que el detenido era el guardián de su candidato.

VI.

[1] Entonces dijo Axio: —-Puedes hablar como quieras de los pavos, ya que se ha marchado Fircelio, quien, según lo que dijeras de ellos, podría sentirse ofendido a causa de su apellido.—- Por lo cual Mérula hablé asi: —según mis recuerdos, yo he visto formar grandes bandadas de pavos que eran vendidos a buen precio. Se dice que M. Aufidio Lurco saca de los suyos sesenta mil sestercios al año. Si se quiere obtener de ellos rendimiento habrá que tener menos machos que hembras; pero si se desea, por el contrario, criarlos para deleite, se hará al revés, porque el macho es más hermoso, [2] Grandes bandadas de pavos se encuentran, vía se dice (en estado salvaje), al otro lado del mar, en la isla de Samos, en el bosque sagrado de Juno y también en los M. Pisón en la isla de Planasia. Para constituir una bandada hay que escogerlos de buena edad y bella forma, pues, en efecto, entre todas las aves, la naturaleza ha dado la palma de la belleza a éstas. Para la reproducción, las hembras no son buenas antes de los dos años ni tampoco pasada esta edad. [3] Los pavos se alimentan con toda clase de granos, principalmente con cebada. Cada seis pavos consumen un modio de cebada al mes, debiendo aumentar esta ración en época de cría y hasta un poco antes de que empiece el apareamiento. Se calcula que cada pavo produce tres pollitos que se venden, cuando han crecido, a cinco denarios cada uno, rendimiento que no se obtiene de ninguna oveja. [4] Se compran además huevos de pavo que se dan a incubar a las gallinas, y cuando han salido los pollos se les separa, Llevándolos al cobertizo especial en el que se hallan los pavos. Estos cobertizos, si han de contener gran cantidad de pavos, deberán ser amplios-para que cada ave tenga su alojamiento separado; han de estar suficientemente elevados para que no entren las serpientes ni ningún otro animal dañino. Además habrán de tener, en la parte de delante, un lugar espacioso al cual puedan salir los pavos a tomar su alimento los días despejados. [5] Uno y otro sitio deberán mantenerse bien limpios, lo que agrada mucho a estas aves. A este efecto, el que los cuida deberá ir provisto de una pala para retirar de allí el estiércol con frecuencia y recogerlo, ya que es también muy dátil para e] cultivo del campo y también para cama de los pollos. [6] Se dice que el primero que uso los pavos tiernos en la mesa fue Q. Horténsio, en una cena para celebrar su elevación al cargo edilicio. Lo que fue más alabado por los amigos del lujo que por los varones severos y de buenas costumbres. Pero pronto fue imitado por muchos, lo cual hizo subir el precio de estas aves de tal manera, que sus huevos se venden fácilmente a cinco denarios uno y cada pavo a cincuenta. Una bandada de pavos da un rendimiento de unos cuarenta sestercios y aun setenta mil, si, como se decía de Albucio, se logra que cada pava produzca tres pollitos.

VII.

[1] En esto se presentó un alguacil, enviado por el cónsul, para decir a Apio que habían sido llamados los augures. Este salió de la casa pública al mismo tiempo que penetraba allí una bandada de palomas. A la vista de ellas, dijo Mérula a Axio: —Si alguna vez construyes un «peristerotrophion» te imaginaras que estas aves son tuyas, tan salvajes como parecen, pues en los peristerotrophion suele haber dos clases de palomas: una agreste, que algunos llaman rupestres, y otra, las que habitan en los palomares de la granja, a las que se llaman «columbae», que por su natural timidez buscan siempre refugio en lugares elevados y cubiertos. Las agrestes, en cambio, gozan más volando por los campos; sin embargo, siguen espontáneamente a las otras y permanecen a su lado. [2] Las de la otra especie son más pacíficas y acuden muy contentas a buscar su alimento a los umbrales de las puertas de las casas. Su color es principalmente blanco. El de las agrestes es más variado, con colores mezclados con el blanco. De la mezcla de estas dos especies sale otra, que es la que se cría para provecho y la que se tiene en los lugares llamados por unos «peristerona» (columbarios), y por otros «peristerotrophion» (sitio donde se alimenta a las palomas). En algunos de éstos se hallan alojadas más de cinco mil palomas. [3] Un «peristeron» debe construirse en forma de una gran bóveda como una cúpula, con una puerta estrecha y con ventanas estilo cartaginés, o todavía más anchas, provistas de redes por dentro y por fuera, de modo que dejen pasar la luz e impidan al mismo tiempo que penetren allí las serpientes y otros animales dañinos. Por la parte interior las paredes deben estar cubiertas con una leve capa de estuco, y por la parte exterior lo mismo alrededor de las ventanas, a fin de que no entren las ratas ni los lagartos arrastandose hasta el palomar. [4] Ningún animal es más tímido que la paloma. Para cada par de palomas se construirán unos nichos redondos en todo el espacio entre el suelo y la bóveda y colocados en orden y muy próximos unos de otros. Cada nicho tendrá una puerta por la cual las palomas puedan entrar y salir libremente. El interior será de tres palmos en todas direcciones. En cada fila de nichos se colocará una tabla de dos palmos de anchura, que servirá como vestíbulo y sobre la que podrán descansar antes de entrar. [5] Es conveniente que el palomar tenga agua limpia y corriente para que las aves puedan beber y bañarse, ya que estos animales llevan fama de ser muy limpios. El que las cuida deberá barrer el palomar muchas veces cada mes. Las deyecciones, que al amontonarse ensucian el sitio de las palomas, son muy útiles para la agricultura, hasta el punto de que muchos han escrito que constituyen el mejor estiércol. Debe tenerse también cuidado de las palomas enfermas. Igualmente, las palomas muertas deben ser retiradas. Lo mismo deben separarse los pichones que sean ya buenos para la venta. [6] Las hembras, cuando se hallen en estado de encubar, se les colocara aparte, separadas de las demás por una red que no les impida, sin embargo, salir y entrar a su nido libremente. Esto se hará así por dos razones, una para que, si se cansan de estar encerradas, puedan solazarse saliendo al campo y al aire libre. La otra causa es por los pollos. Su inclinación hacía sus crías les hace volver a sus nidos, a menos que los cuervos las devoren o las aprisionen los gavilanes. [7] Para impedir que estos enemigos penetren en el palomar, los encargados de su cuidado colocan dos varas untadas con liga y encorvadas una sobre otra y en ellas un pichón atado que sirve como de cebo, engañando asi al gavilán, que se acerca y queda aprisionado en la substancia viscosa. Al hecho de que las palomas vuelven al sitio donde se crían, se debe la costumbre que tienen muchas gentes de llevárselas en su seno al teatro y soltarlas desde allí, lo que no harían si no estuvieran seguras de que vuelven al palomar. [8] Se les pone la comida en canales, al rededor de las paredes, que se llenan desde afuera por medio de un tubo. Lo que más les gusta es el mijo, el trigo, la -cebada, los guisantes, las alubias y las arvejas. Igualmente, las palomas salvajes que se alojan en los sitios altos de las torres y en los tejados de las granjas vecinas, pueden ser atraídas a los «peristeronas». La mejor edad para el apareamiento es cuando han dejado ya de ser pichones y no son todavía viejos, lo mismo los machos que las hembras. [9] No hay aves más fecundas que las palomas. Cada cuarenta días la hembra concibe, pone sus huevos, los encuba y cría a sus pichones. Y esto se repite todo el año sin más intervalos que el que media entre el solsticio de invierno al equinoccio de primavera. No producen más que dos pichones cada vez, que tan pronto como han crecido y tienen fuerza fecundan a la propia madre de la que han salido. Los que crían pichones para la venta los colocan aparte cuando les salen las plumas. Luego los alimentan con pan blanco remojado, el cual se les da dos veces en invierno y tres en. Verano, por la mañana, a medio día y por la tarde. En invierno se suspende la comida de medio día. [10] A los que les comienzan a salir las plumas se les deja en el nido con las patas rotas, dando de comer a las madres, las que se encargan, a su vez, de alimentarlos. Los pichones así tratados engordan más pronto y son más blancos que los otros. Una pareja de ellos, si son hermosos, de buen color, sanos y de buena raza, se vende en Roma por doscientos nummi, y algunas veces por mil, si es extraordinaria. No hace mucho que L. Axio, caballero romano, rechazó esta suma por una pareja de pichones que no quería vender por menos de cuatrocientos denarios. (1) —Si pudiera adquirir —dijo Axio— un «peristerona» hecho, tal como deseo tenerlo en mi casa, iría en seguida a comprar los nidales de loza y los enviaría a la granja. —Como si verdaderamente —-repuso Pica— no hubiera muchos en la ciudad que tienen palomares bajo los tejados. Y, ¿crees ti que se puede decir que no los tengan, porque no posean un «peristerona», ese instrumento cuyo valor pasa de cien mil sestercios? Yo te aconsejo que adquieras un palomar de aquellos antes de construir uno grande en el campo y aprendas a sacarle un rendimiento de un as y medio por día. Tú, Mérula, continúa.—

VIII.

[1] Y éste prosiguió diciendo: —Para las tórtolas se debe disponer igualmente de un local suficientemente grande y proporcionado a la cantidad de aves que se quieren alimentar. Lo mismo, como he dicho, respecto al de las palomas, debe tener puerta y ventanas, agua limpia, paredes y bóvedas provistas de techo; pero en lugar de nidales de barro en las paredes, deberán colocarse unas tablas o listones, bien ordenados, cubiertos con unas redes de cáñamo. El más inferior debe estar colocado, por lo menos, a unos tres pies del suelo, que haya entre los demás unos intervalos de nueve pulgadas cada uno y que el más elevado esté a una distancia de medio pie de la bóveda; los extremos laterales deben estar separados por igual de las paredes, ya que de allí no deben salir las aves ni de día ni de noche. Se les alimenta con trigo seco en la proporción de la mitad de un medio por cada ciento veinte tórtolas; hay que barrer cada día el suelo y limpiar los travesaños, para que el fiemo acumulado no moleste a los animales y pueda utilizarse además como abono en el cultivo de los campos. E] tiempo más oportuno para engordar los tortolos es el de la siega de las mieses. En ninguna otra época, en efecto, son mejores las madres para producir más pollos que, a su vez, engordaran lo más posible. Por esta razón, en tal época se obtiene de estas aves el mayor provecho.

IX.

[1] Axio dijo: —Me agradaría saber cómo se ceban (y engordan) las palomas torcaces y las gallinas, si Mérula quiere hacer el favor de decírnoslo; mientras, completaríamos lo que nos queda por saber de los demás animales. —-Pues bien —-prosiguió Mérula—, hay tres clases de las que llaman gallinas: las de corral, las campestres y las Africanas. [2] Las gallinas de corral se ven frecuentemente en los campos y en las granjas. Los que quieran formar con ellas un «ornithoboscion» y proporcionarles atención y cuidados para sacar de ellas el mayor provecho (como hacían principalmente los habitantes de Delos), tienen que tener en cuenta cinco cosas sobre todo: la compra, cuantas y de qué clase han de llenar el gallinero; la reproducción, o sea cómo admiten el macho y cómo ponen; los huevos, cómo los encuban y hacen salir los pollos y, en cuanto a éstos, como y en qué condiciones se crían. La quinta parte es un apéndice de las anteriores: cómo se engorda a esta clase de aves. [3] Se les designa con tres nombres diferentes: a las hembras que están en la granja se les llama gallinas; a los machos, gallos, y capones a los que han sido castrados. Los gallos se castran, para hacerlos capones, quemándoles con un hierro ardiente los espolones de la parte inferior de las patas hasta que la piel reviente. Luego se cierra la herida con un poco de arcilla mojada. [4] Los que quieran tener un «ornithoboscion» perfecto deben tener en él tres clases de gallinas; pero, principalmente, de las de corral. Hay que escoger de éstas las más fecundas, que tengan ante todo las plumas rojas, negras en las alas, desiguales los dedos, cabeza gorda, cresta erguida y ancha. Estas son, de todas, las más aptas para la postura. [5] Los gallos han de ser lascivos, lo que se nota si son robustos, con la cresta de rojo brillante, de pico corto, pero fuerte y agudo, ojos amarillentos o negros; la barbilla de un rojo blanquecino, el cuello variado o con pintas doradas, las nalgas vellosas, las patas cortas, las uñas largas, cola bien desarrollada y bien provista de plumas. Hay que ver igualmente si se levantan garbosos, si cantan a menudo, si se muestran pertinaces en la pelea, y si ante aquellos animales que son dañinos para las gallinas no se muestran miedosos, sino que les hacen frente para la defensa de las hembras. [6] Sin embargo, al elegir la raza hay que exceptuar a los gallos de Tanagra, de la Media y de Calcidia, que, aunque hermosos de apariencia y muy peleadores. Principalmente entre ellos, son los más estériles para la reproducción si quieres criar doscientas gallinas, debes disponer de un amplio cercado en el cual se construyen dos grandes cabañas y cobertizos, uno junto al otro y orientados hacía levante. Ambos han de tener unos diez pies de largo, cinco de ancho y, poco más o menos, otro tanto de altura. Las ventanas de uno y otro tendrán tres pies de anchura por cuatro de alto y estarán provistas de claraboyas, de modo que dejen pasar mucha luz; pero que impidan la entrada de los animales que puedan causar daño a las gallinas. [7] Entre las dos puertas se dejará un pasillo por el cual pueda pasar el encargado de cuidarlas. En cada gallinero se pondrán travesaños en número suficiente para que se puedan colocar en ellos las gallinas para dormir. Frente a los travesaños, se harán en las paredes unos huecos que sirvan de nidales. Por delante como he dicho habrá un lugar cercado, en el que puedan estar las gallinas durante el día y revolcarse en el polvo. Además, habrá una cabaña grande que sirva de residencia al encargado de cuidar el gallinero. Todo alrededor se colocarán los nidales enclavados o sujetos fuertemente a las paredes, pues el movimiento puede set dañoso durante la incubación. [8] Es conveniente poner paja en los nidales y renovarla con frecuencia cuando las gallinas comienzan a poner, ya que la paja vieja cría pulgas y otros insectos que molestan a las gallinas, éstas se inquietan y remueven los huevos y pueden hasta echarlos a perder. Se dice que no se deben dejar a las gallinas más de veinticinco huevos para encubar, aunque por su fecundidad pudieran poner más. [9] El tiempo más propicio para la incubación es desde el equinoccio de primavera al de otoño. No se harán encubar, pues, los huevos puestos antes o después de dicho periodo, ni tampoco los que provengan de pollos o gallinas que ponen por primera vez. Se escogerán para cluecas las gallinas viejas con preferencia a las pollas, y las que no tengan el pico y las uñas muy agudas. Las otras son mejores para poner que para encubar, Las mejores para la postura son las de uno o dos años. [10] Si se echan a las gallinas huevos de pava para encubar, deberán ponérseles diez días antes a fin de que comiencen a salir a la vez los pollos de las gallinas salen a los veinte días mientras que los de las pavas a los treinta. Las cluecas deben estar encerradas noche y día; solo una vez por la mañana y otra por la tarde se les saca para darles de comer y de beber. [11] El encargado del gallinero deberá revisar de cuando en cuando los nidos y remover los huevos para que les llegue el calor por igual a todas partes cómo saber si un huevo está lleno y es bueno? Dicen que puede conocerse metiéndolo en agua. Si está vacío sobrenada, y si está lleno se va al fondo. Los que para cerciorarse de estas cosas sacuden los huevos hacen mal, pues pueden matar los gérmenes vitales e inutilizarlos. Se dice también que cuando se ponen a la luz, si son transparentes, es que están vacíos. [12] Los que quieren conservar los huevos los frotan con sal desmenuzada o bien los ponen en agua salada durante tres o cuatro horas, colocándolos, después de secarlos, en salvado o en paja. Hay que cuidar de que el número de huevos para encubar sea impar. El encargado del gallinero puede saber, a los cuatro días de iniciada la incubación si los huevos están fecundados o no, mirándolos al trasluz, pudiendo retirar aquellos en los que no se note ningún cambio para poner otros en su lugar. [13] Hay que sacar los pollos de cada nido según vayan saliendo del huevo y ponérselos a una clueca que tenga pocos. Si quedan menos huevos que pollos han salido ya, hay que ponérselos a otras cluecas que estén aun empollando, teniendo cuidado siempre de no dejar a una gallina más de treinta pollos. Todas las mañanas, durante los quince primeros días se les echa encima de polvo (para que la tierra dura no les haga daño en el pico), harina de cebada, mojada en agua y mezclada con granos de mastuerzo, a fin de que la cebada no se hinche en el estómago de los pollitos y les perjudique. No debe dárseles agua en los primeros días. [14] Cuando empiezan a salirles las plumas de la cola, hay que quitarles de la cabeza y del cuello el piojuelo que podría hacerles débiles. Es conveniente quemar alrededor de los nidales cuerno de ciervo para evitar que se acerquen las serpientes, ya que simplemente el olor de estos animales basta para hacer perecer a los pollos. Hay que sacarlos con frecuencia al sol o a los estercoleros, donde puedan revolcarse a su gusto, lo que les hará crecer con más facilidad. [15] Y no sólo deberá hacerse esto con los pollos, sino también con todo el «ornithoboscion», durante el verano y cuando el tiempo sea suave, Hay que poner en el abrigo una red por encima para impedir que puedan salirse volando y para que no penetren allí los gavilanes o cualquier otra ave de rapiña. Le deben evitar también el calor y el frío, ya que tanto uno como otro son perjudiciales. Cuando tengan ya plumas hay que acostumbrarlos a que sigan solamente a una o dos gallinas, a fin de que las -otras estén libres para poner y para anidar. [16] Conviene comenzar la incubación después de la luna nueva. Los huevos que se ponen a encubar antes, no salen nunca sólo necesitan veinte días para salir. Ya he hablado bastante de nuestras gallinas de corral; en compensación diré muy poco de las demás. Las gallinas rústicas son raras en la ciudad, y en Roma no se les ve apenas domesticadas más que en jaulas. Por su aspecto, ya que no por su plumaje, no se parecen a nuestras gallinas, sino a las africanas. [17] En los sitios públicos suelen ponerse como adorno junto con los loritos, los mirlos y otras clases de animales raros. No ponen ni encuban tampoco en las granjas, sino en los bosques. A esta clase de aves es debido que se dé el nombre de Gallinería a una isla que está en el mar de Toscana, cerca de Italia, frente a los montes de Liguria, «Intemelium» y «Albium Ingaunum». Otros dicen que este nombre le viene de las gallinas ordinarias, llevadas allí por los marinos y que al procrearse han vuelto al estado salvaje. [18] Las gallinas africanas son grandes, de color variado y gibosas. Los griegos les llaman «meleagridas». Son las últimas que los viciosos del comedor han sacado de la cocina para fastidio de los humanos. A causa de la escasez se pagan muy caras. [19] De las tres clases de gallinas, las que se engordan más a menudo son las de corral. A este efecto se las encierra en un lugar templado, angosto y oscuro, pues el movimiento y la luz impiden su gordura. Se les elige por su talla, con excepción de las falsamente llamadas «mélicas», de la misma manera que los antiguos decían Thelis en lugar de Thetis, pues su verdadero nombre es el de «Médicas», por-que se les hacía venir de la Media, a causa de su tamaño, y que le quedó a esta especie que se ha multiplicado en nuestro país y ha conservado la mejor semejanza con todas las de su clase. [20] Para engordarlas se les arrancan las plumas de las alas y de la cola y se les da en abundancia masa de harina de cebada, a la cual se mezcla parte de harina de cizaña o semilla de lino ablandada con agua tibia. Se les da la comida dos veces al día, cuidando de atender a las señales que demuestren que la primera ha sido digerida antes de darles la segunda. Cuando se les ha dado la comida, se les limpia la cabeza de piojuelo y se les vuelve a encerrar de nuevo. Esto se hace durante veinticinco días. Después de este tiempo, las gallinas ya están engordadas. [21] Algunos les dan para este objeto pan de trigo desmigajado en agua y mezclado con vino blanco y oloroso, creyendo así que en veinte días estarán gordas y tiernas. Si se ve que el exceso de comida les cansa, se les va disminuyendo la ración poco a poco hasta el décimo día, en la misma proporción que se había ido aumentando, hasta que el día vigésimo se les ó la misma ración que el primero. Las palomas torcaces se alimentan y engordan de la misma manera que las gallinas.

X.

[1] —Pasa ahora —dijo Axio— a aquella clase de animales que vosotros filogriegos llamáis «amphibium», a los que no bastan las granjas de ninguna parte de la tierra, sino que requieren estanques especiales, los cuales, cuando sirven para criar gansos, se llaman a la griega «chenoboscion». De ellos tienen grandes bandadas Escipión Metelo y M. Seyo. — pollos son parecidos a los progenitores. Es que hay todavía otra clase, de color variado, que se llaman silvestres, a los cuales no les agrada vivir con los anteriores ni se les domestica fácilmente. [3] La mejor época para el acoplamiento de los gansos es el invierno, para que pongan los huevos y los encuben entre las calendas de febrero o marzo y el solsticio de verano. Ordinariamente se juntan en el agua y después se sumergen para nadar en el río o en el estanque, Solamente hacen tres posturas al año. Para cada ganso se hará un nidal cuadrado de dos pies y medio alrededor, en el cual pueda poner la hembra los huevos sobre paja tendida. Hay que marcar los huevos con alguna señal, pues la hembra no empolla los huevos ajenos. Se le dejan para encubar, por lo común, de nueve a once huevos; nunca menos de siete ni más de quince. El tiempo de encubar dura treinta días si la temperatura es fría, y veinticinco si es templada. [4] Cuando salen los pollos, se les deja con la madre los cinco primeros días. Después, cada día, si el tiempo es bueno, se les lleva a los prados, o a los charcos, o a los estanques. A este propósito se les preparan unas cabañas encima o debajo del suelo, en cada una de las cuales no debe haber más de veinte pollos. Hay que cuidar de que el suelo de las cabañas no tenga humedad, colocando, como mullido, paja o cualquier otra cosa análoga, y de que -no penetren allí las comadrejas o cualquier otro animal dañino. [5] Los gansos pacen en lugares húmedos en donde se siembran hierbas o cualesquiera plantas silvestres de grano, principalmente las que llaman achicorias, que reverdecen al solo contacto del agua aun cuando estén secas. Se les dan las hojas cortadas, no dejando que las arranquen donde nacen para que no destruyan las plantas en sus raíces, o bien para que no perezcan de indigestión. Porque estos animales son voraces por naturaleza. Si no se modera su avidez se entregan con tanto ímpetu a pacer, que, a veces, al intentar arrancar de tierra una planta, se tuercen el cuello. Este es muy débil en ellos, así como también su cabeza demasiado blanda. Si no se dispone de esta hierba, se les dará cebada u otra clase de grano. Cuando sea el tiempo del forraje, se les debe dar en la misma forma que dije al hablar de las achicorias. [6] Cuando empollan, se les da cebada remojada en agua. A los pollos se les alimenta primero con masa de harina o con cebada; en los tres días siguientes se les pone en una vasija con agua berros verdes desmenuzados. Cuando estén en edad de encerrarlos en las cabañas de que hablé antes, se les alimentará con masa de harina de cebada o con forraje o con cualquier clase de hierba, previamente desmenuzada. [7] Para el engorde, se eligen pollos de cuatro a seis meses después de nacidos. Se les encierra en sitio aparte y se les alimenta con polenta y con pasta de flor de harina amasada con agua, tres veces al día, toda la que quieran comer. Después de la comida se les deja beber todo lo que tengan sed. Así cuidados, a los dos meses aproximadamente ya estarán gordos. Cuantas veces se les ó de comer hay que limpiarles el sitio, ya que les agrada mucho la limpieza, aunque dondequiera que se encuentran todo lo ensucian.

Xl.

[1] —-Los que quieran también tener bandadas de patos y formar un «nessotrophion», han de escoger en primer lugar, si pueden hacerlo, un sitio encharcado que es lo que más les agrada. Si esto no es posible, hay que hacer un lago o estanque natural o una piscina hecha a mano con escalones, para que puedan bajarla. [2] El cercado que les sirva de alojamiento ha de tener unos quince pies de altura, como el que habéis visto en la granja de Seyo, y que tenga una sola puerta. A todo lo largo de la pared se pondrá una especie de cobertizos con sus tejados, suficientemente amplios, y por delante un vestíbulo pavimentado con ladrillos en toda su extensión. En él se colocará una especie de canal, siempre con agua, y donde se les puede poner alimento. De esta manera lo reciben con comodidad. [3] Las paredes deberán estar recubiertas con una capa ligera de yeso, para que no puedan penetrar allí los gatos ni otros animales dañinos. Por todo el cercado se extenderá una red de anchas mallas, con el fin de impedir que puedan llegar las águilas o de que los patos se puedan escapar volando. Como alimento se les da hierba, trigo, cebada y orujo de uvas también se les echa camarones u otros animales acuáticos semejantes. Cuando en el cercado estén las balsas, hay que procurar que haya una corriente de fácil afluencia para renovar el agua lo más a menudo posible. [4] Hay otras especies de aves que se cuidan de manera parecida a los patos, tales como las cercetas y «phalerides’. Hay también perdices, como aquellas de las que escribe Arquelao que conciben con sólo oír la voz del macho. Estas especies no se engordan como las otras a causa de su fecundidad y de la suavidad de su carne, pero tratándolas de la misma manera pueden también engordarse. Y con esto termina el primer acto sobre los cuidados de la granja. He dicho.——

XII.

[1] Entretanto volvió Apio, y después de haberle comunicado nosotros y de habernos él preguntado sobre lo que habíamos hablado y hecho, dijo así: —-Sigue ahora el acto segundo, o sea el que trata de aquellas partes de nuestras granjas que se llaman «leporarios», según la antigua denominación , Ya se trate ahora, como en otro tiempo, de cotos — de una o dos yugadas de tierra en las que se encerraban algunas liebres, o de vastos espacios, hasta de bosques enteros de varias yugadas, en los que se encierran grandes manadas de ciervos y cabras montesas. Se dice que Q. Fulvio Lupino tiene un cercado en Tarquinia de-cuarenta yugadas en las que no sólo hay los animales de que os he hablado, sino también ovejas en estado salvaje, y todavía se encuentran parques más extensos en Estatonia y en otros sitios. [2] T. Pompeyo tiene en la Galia Transalpina un parque de caza de cerca de cuarenta mil pies cuadrados. En este parque se tienen con frecuencia sitios reservados para otros animales en estado salvaje, tales como caracoles y abejas, y también unos toneles en los que se crían lirones, pues es muy fácil el cuidado, la alimentación y la reproducción de estos animales, excepción hecha de las abejas. [3] ¿quién ignora, en efecto, que estos parques deben estar rodeados de murallas bien lucidas para impedir que penetren en ellos los gatos, las zorras y otros animales semejantes, y bastante altas para que no las puedan saltar los lobos? Ha de haber también escondites donde las liebres se pueden ocultar durante el día, metiéndose entre los matorrales y las hierbas; también los árboles deben formar una bóveda espesa con sus ramas a fin de que las agullas no puedan entrar. [4] :quién ignora igualmente que si se meten allí unas pocas liebres, machos y hembras, en poco tiempo lo llenan todo? Tanta es la fecundidad de estos cuadrúpedos. (Cuatro de ellos bastan en cierto modo para poblar en poco tiempo todo un parque.) Ocurre con frecuencia que cuando han acabado de echar sus crías, ya tienen otras en el vientre. Arquelao escribe a este respecto que para conocer los años que tiene una liebre basta con mirar los agujeros que lleva en el -Vientre, pues su número varía según su edad. [5] Recientemente se ha ideado un procedimiento para engordar las liebres, sacándolas del «leporario» y encerrándolas en jaulas estrechas. Hay tres clases de liebres. Una es nuestra especie italiana con las patas delanteras cortas y las de atrás largas, la parte superior cubierta de pelo leonado, el vientre blanco y las orejas largas. Se dice de las liebres que cuando están preñadas pueden, sin embargo, concebir de nuevo. En la Galia Transalpina y en Macedonia se hacen muy grandes; pero las de España e Italia son de talla mediana. [6] La otra especie es la que nace en la Galia, cerca de los Alpes, y sólo se diferencia de la anterior por su pelo, que es todo blanco. Raras veces se les trae a Roma, La tercera especie es la de las nacidas en España, que se parecen mucho a las nuestras, excepto en la talla, que es más pequeña, y a las que se da el nombre de conejos. L. Aelio opinaba que ta palabra liebre se deriva de «levipes» (pies ligeros). Pero yo creo que viene de una palabra griega antigua, pues los eolios de Beocia llaman a la liebre Aéropis. Los conejos deben su nombre a las madrigueras que hacen bajo tierra («cuniculus», cavidad subterránea), en las que se ocultan en el campo. [7] Las tres clases pueden estar juntas en el «leporario».— Y dirigiéndose a mí, añadió: —-No dudo de que tengas las dos primeras; pero, después de haber estado tantos años en España, me figuro que habrás traído de allí también conejos.—

XIII.

[1] Y dirigiéndose luego a Axio, continuó: —también los jabalíes pueden estar en el «leporario» y no es menor negocio engordarlos allí que cogerlos en estado salvaje, como tú sabes. Sin duda que has visto en la finca que Varrón comprobó en Tusculano a M. Pupio Pisón reunirse al son de la bocina a los jabalíes y a las cabras silvestres, a una hora determinada, para recibir su comida, mientras que, desde -un sitio elevado destinado a palestra, se les echa bellotas a los jabalíes y arvejas a las cabras u otra pastura semejante. [2] —-En verdad —dijo Axio— que he visto un Opaxixds igual y todavía en mayor escala en casa de Q. Hortensio, cuando estaba en el campo de Laurento allí había un bosque que (según decían) tenía una extensión de cincuenta yugadas, rodeado de murallas y al que no daba el nombre de «leporario», sino de «therotrophium». En medio había un sitio más elevado, en donde estaba un triclinio en donde cenábamos. [3] Quinto hizo aparecer a Orfeo, quien se presentó con una túnica larga y una citara en la mano y que; de conformidad con lo que se le había ordenado, comenzó a tocar la bocina y al momento nos vimos rodeados de una multitud de ciervos, jabalíes y otros animales salvajes, y este espectáculo no nos pareció menos hermoso que el que nos ofrecen en el circo máximo los ediles cuando presentan cacerías sin las bestias feroces del África.—

XIV.

[1] Axio dijo: —Apio te ha facilitado tu parte, oh amigo Mérula, ya que el segundo acto, que es el concerniente a la caza, ha sido despachado con la mayor rapidez. No me preocupo ni de los caracoles ni de los lirones, que es lo que queda. ——La cosa, sin embargo, querido Axio, puede ser de gran importancia —replicó Apio——, No es tan sencilla como tú crees, pues los caracoles necesitan un lugar adecuado, al aire libre, todeado de agua por todas partes, si no quieres verte en la necesidad de ir en busca no sólo de sus crías, sino de los mismos padres. —-El agua de alrededor —dije yo— sirve de resguardo contra los fugitivos, pues hace que se vean obligados a permanecer allí. [2] El sitio es el mejor, sobre todo si no calienta el sol demasiado y si hay rocío. Si no hay rocío natural (como sucede frecuentemente en los-lugares abrigados), o si está en un sitio cubierto, como se acostumbra, o bajo las rocas o montículos, a cuyo pie llegan las aguas de un río o de un lago, es necesario producir el rocío de un modo artificial, lo que puede hacerse cogiendo un tubo en cuyo extremo se colocan varias pequeñas espitas que hacen salir con fuerza el dispersándose alrededor. [3] El caracol se contenta con poco alimento y se lo busca él mismo. Este animal se mueve arrastrándose, recorriéndolo todo, y si no se lo impide algún agua, la cual se arroja contra una piedra y se deshace en gotas, arroyo, se sube hasta por las paredes. Por eso se les ve en los mercados alimentándose mucho tiempo de su propia substancia, y cuando no, basta con echarles algunas hojas de laurel rociadas con un poco de salvado. Así, sucede que los cocineros, al prepararlos, en su mayor parte, no saben si están muertos o vivos. [4] -Hay muchas clases de caracoles, como la pequeña blanquecina, que se cría en Rieti, la gorda que traemos de Hiria y la mediana que nos viene de África. No quiere decir esto que esta diferencia de tamaño se deba a la región, pues en África hay unos caracoles muy gordos que se llaman «solitanae», que dentro de su concha caben hasta ochenta cuadrantes de líquido, y lo mismo de los que se cogen en otros países, los hay más pequeños y mayores. [5] Estos animales se reproducen en cantidades enormes. Sus crías son muy pequeñas y tienen una concha muy blanda, pero con el tiempo se endurece. Los depositan en sitios aislados, haciendo grandes montones y haciendo llegar a ellos el aire. Para engordarlos se les mete en una olla de barro con muchos agujeros, en la que se pone, para que coman, harina remojada con vino cocido hasta que queda reducido a dos terceras partes; los agujeros son para que penetre el aire. La naturaleza de estos animales es muy resistente.

XV.

[1] —Otra disposición distinta tiene el sitio reservado para la cría de los lirones, pues no se les aísla con agua, sino con cercas de piedra. Estas tapias han de ser de piedra lisa, o con una ligera capa de yeso por dentro para que no puedan trepar por ellas para escaparse. En el recinto se plantarán arbustos que tengan bellotas. Y cuando no haya fruto en ellos se echaran allí bellotas y castañas para que se alimenten los animales. [2] Es conveniente hacerles unas cavidades largas y anchas para que puedan poner en ellas sus crías. No hay que echarles mucha agua, ya que casi no la usan y les agradan los sitios secos, se les engorda en tinajas, de las cuales se ven muchas en las granjas; pero que los alfareros hacen de muy distinta manera que las vasijas ordinarias. A sus lados colocan unos huecos en los que les ponen el alimento. En tales tinajas se echan bellotas, avellanas o castañas. Cuando se les pone una tapadera en la parte superior que les prive de la luz, estos animales engordan rápidamente.—

XVI.

[1] Apio dijo entonces: —Nos queda solamente hablar del tercer acto de los cuidados de la granja, o sea de los viveros de peces. —¿Cómo el tercero? —-pregunté Axio—. Acaso porque desde tu adolescencia te has acostumbrado, por economía, a no beber vino ni miel, ¿hemos de renunciar a la miel?—— A lo que Apio replicó: —-Nos has dicho la verdad, [2] pues habiendo quedado pobre, con dos hermanos y dos hermanas, de las cuales casé una sin dote con Lúculo, ésta me nombré luego su heredero, y hasta entonces no se había bebido vino con miel en mi casa; pero en mi mesa lo ha habido diariamente para darlo a todos mis convidados. [3] Por lo tanto, me corresponde a mí, mejor que a ti, conocer esta singular especie alada, a la que la naturaleza dotó más que a ninguna otra de ingenio y de arte; así, pues, ya que sé mejor que tú de las increíbles costumbres de estas avecillas, escúchame. Mérula, como lo ha hecho anteriormente, nos enseñara los métodos histéricos que acostumbran a emplear los cultivadores de la miel. [4] En primer lugar, las abejas nacen, en parte, de otras abejas, y en parte también del cuerpo de un buey en putrefacción. Por eso Arquelao ha dicho de ellas en un epigrama: […]. Y también: […]. Las abejas no viven solitarias como las Agullas, sino reunidas, como los hombres. Pues si lo mismo hacen también los grajos, no de la misma manera, ya que las abejas se agrupan para trabajar y para construir, lo que no hacen aquellos. Entre las abejas se ve el ingenio y el arte en los trabajos que ejecutan, en las celdas que edifican y la manera de allegar sus provisiones. [5] De ellas hay que atender tres cosas: a su alimentación, a la construcción de su vivienda y a su obra, ya que no es lo mismo su alimento que la cera, ni ésta que la miel, ni la miel que su vivienda; en cada panal las celdas son de seis lados en total, tantos como patas tiene la abeja. Los geómetras han demostrado que un «hexagonon» inscrito en una esfera desperdicia menos sitio que otro cuerpo cualquiera. Las abejas salen a buscar su alimento; pero es dentro de las celdillas donde elaboran este dulcísimo producto, tan agradable a los dioses como a los hombres, Lo que saca de los panales se emplea tanto en los altares como en nuestras mesas y se sirve igualmente al comienzo de los banquetes que al final de los mismos, [6] Las abejas, coma los hombres, tienen ciudades en las que hay un rey, un imperio, una sociedad y se observa en todas ellas la más exquisita limpieza. Así, pues, nunca se les ve posarse en lugar sucio, o que huela mal, y no es que les gusten los perfumes, pues, por el contrario, pican a todo el que se acerca con ungüentos. No tienen tampoco la avidez de las moscas, por lo cual nunca se les ve, como a éstas, sobre la carne, la sangre o la grasa. Únicamente les atraen las cosas de sabor dulce. [7] No son dañinas ni ocasionan deterioro alguno sobre los objetos en que se posan, tampoco pican a nadie, salvo que se les moleste en su trabajo. Sin embargo, tienen conocimiento de su extrema debilidad: se les llama las favoritas de las Musas, porque, donde y cuando se dispersa un enjambre, el toque de cimbales o simplemente varias palmadas bastan para reunirlas de nuevo en un solo lugar. Y lo mismo que los hombres han destinado para estas diosas el Helicón y el Olimpo, así la naturaleza ha dejado a estos animalitos las florestas y los montes sin cultivo. [8] Siguen a su rey por todas partes, le sostienen cuando está fatigado y lo llevan sobre sus espaldas cuando ya no puede volar; de tal manera se esfuerzan en servirle. Nunca se encuentran ociosas y detestan a los perezosos; así se les ve constantemente hacer la guerra a los zánganos, y los expulsan de su lado, ya que consumen la miel sin ayudar a prepararla, y muchos de ellos salen haciendo ruido perseguidos aunque sea sólo por unas cuantas abejas. Obturan todos los agujeros de las celdillas con una substancia que los griegos llaman «erithacen», para que no penetre el aire en el panal. [9] Viven todas como en un ejército, unas vigilan mientras otras duermen, se reparten entre sí las tareas y envían colonias a otras partes. Obedecen a la voz de sus jefes, como los soldados al sonido de la trompeta, y, como ellos, tienen sus signos de paz y de guerra. Pero, oh Meérula, temo que nuestro amigo. Axio se canse de toda esta física que nada dice de sus «productos; por lo tanto, te cedo la lámpara. [10] ——-No sé —dijo Mérula— si mis conocimientos sobre los productos de las abejas te dejaran satisfecho, Axio; pero tengo por autoridad, no sólo a uno que de sus colmenas saca todos los años cinco mil libras de miel, sino también a nuestro amigo Varrón, a quien he oído decir que tenía bajo sus órdenes en España a dos soldados que eran hermanos, naturales de Veyos, del campo de Falisco, que se hicieron muy ricos, aunque su padre sólo les había dejado por herencia una pequeña granja, un campo no mayor de una yugada de tierra; más ellos rodearon toda la granja de colmenas, dedicaron una parte del campo para huerta y el resto lo plantaron de tomillo, de cítisos y apiastros, al que otros llaman «melliphyllon» y también «mellissophyllon», y algunos igualmente «melittaenam». [11] Ellos sacaban todos los años no menos de diez mil sestercios de su miel, Aguardaban siempre para venderla el momento propicio y no se preocupaban por deshacerse de ella a cualquier precio. —Dime, pues —exclamé Axio—, donde he de colocar las colmenas y como he de tratarlas para sacar de ellas buen rendimiento— [12] Mérula respondió: —-En cuanto a las ‘»melittonas», que otros llaman «melitrophia»’ y otros «mellavia», he aquí lo que conviene. Deben estar colocadas en un lugar reservado de la granja, donde, no se oigan ruidos, pues se dice que tales ruidos son causa de la fuga de las abejas. El sitio ha de estar suficientemente elevado para que no sea ni muy cálido en verano ni muy frío en invierno; que tenga pasto abundante en sus proximidades y agua pura. [13] Si no hay pasto natural, el dueño debe sembrar de aquellas plantas que más agradan a las abejas, tales como rosas, sérpol, apiastro, amapolas, habas, lentejas, guisantes, albahaca, gladiolos, alfalfa, y principalmente cítiso, que es sutilísimo a las abejas enfermas. Además, esta planta tiene la ventaja de echar flores desde el equinoccio de primavera hasta el de otoño. [14] Pero de la misma manera que el cítiso es muy conveniente para la salud de las abejas, el tomillo es indispensable para la obtención de la miel. Si la miel de Sicilia se lleva la palma, es debido a que en aquella comarca abunda el tomillo de buena calidad. Por esta razón algunos meten el tomillo en una olla, lo remojan y deshacen bien en agua templada y riegan con él todos los semilleros destinados a criar plantas para las abejas. [15] Por lo que se refiere al lugar, hay que escoger un sitio lo más cercano posible de la granja. Algunos, no todos, sin embargo, para mayor seguridad las colocan en el órtico mismo. Las colmenas, estén donde quiera, han de ser de forma redonda, hechas de madera y de mimbre y otras veces de corteza de árboles y de palos cruzados y otras de vajilla. Algunos las hacen de tablas y les dan forma de cuadrilongos, de tres pies de longitud por uno de anchura. Es necesario, no obstante, si no se tienen bastantes abejas para llenarlas, restringir las dimensiones, ya que un gran espacio vacío las perturba. A estas colmenas les dan muchos el nombre de «alueo» (vientre), de «alimonium» (alimento), por lo cual se hacen estrechas por el centro y anchas por la parte de abajo, semejantes a un vientre. [16] Las colmenas de mimbre deben ser recubiertas por dentro y por fuera -con estiércol de buey, para hacer desaparecer sus asperezas, que molestarían a las abejas. Se colocan en filas y en orden sobre las cornisas de las paredes, de manera que no haya agitación ni luchas entre los enjambres. Así, la misma distancia que separa entre sí las dos primeras filas debe de existir también entre la segunda y tercera, y se dice que es conveniente, en lugar de añadir una cuarta fila, limitarse a las dos primeras, en la mitad de la colmena se hacen unos agujeros pequeños, a la derecha y a la izquierda, para que puedan salir y entrar las abejas. [17] Y, por último, para poder sacar la miel de la colmena, se coloca una portezuela que se abra y cierre a voluntad. Las mejores colmenas son las de cortezas de árboles y las de barro cocido las peores, ya que son más accesibles al frío en el invierno y al calor riguroso en el verano. El colmenero debe visitarlas tres veces al mes, en primavera y en verano, y practicar leves fumigaciones para limpiarlas de inmundicias y arrojar de allí los gusanos. Además, se tendrá cuidado de que no haya más que un rey en la colmena, porque esto – ocasiona sediciones y se perjudica el trabajo. [18] Según algunos dicen, los jefes de las abejas son de tres colores, negro, rojo y-variado, aunque Menecrates sólo admite dos, el negro y el variado; así, comoquiera que el variado es preferible al negro, el colmenero debera matar al de este ultimo cada vez que lo vea junto con el otro de la misma colmena, ya que en otro caso se promueven desórdenes y se deshace el enjambre, pues al verse obligado uno de ellos a huir, se lleva consigo parte de las abejas. [19] (De las demás abejas, las mejores son las pequeñas, redondas y de color variado. El zángano, que otros llaman también «fucus», es negro y amplio de vientre. Las avispas, que se parecen a las abejas, no se asocian con éstas en los trabajos y les hacen daño con sus mordiscos, por lo cual las abejas se separan de su lado. Se diferencian de ellas, además, en que son salvajes, mientras las abejas son apacibles. Aquí llamo salvajes a las que viven en lugares silvestres, mientras que las abejas domésticas habitan en lugares cultivados. Las abejas silvestres son pequeñas y peludas, pero mucho más trabajadoras que las otras. Al comprarlas hay que asegurarse que no estén enfermas. [20] Son signos de salud, que estén con frecuencia en el enjambre y aparezcan brillantes, y el trabajo que realicen sea equilibrado y limpio, en cambio, son signos de menos salud el que las abejas sean peludas, ásperas, polvorientas y no sientan ganas de trabajar en el tiempo oportuno. A causa de esto tienen esa apariencia áspera y macilenta. [21] Si hay que ‘trasladar las colmenas de un sitio a otro, es conveniente hacerlo con diligencia y oportunamente y procurar que el sitio que se elija sea adecuado. Por lo que se refiere al tiempo para el traslado, es mejor la primavera que el invierno, pues en esta época encuentran muy difícil habituarse a los cambios de lugar, y por esta razón muchas se escapan. Esto ocurre si de un lugar bueno se les traslada a otro en donde no haya comida apropiada para ellas. ‘Tampoco debe hacerse de manera descuidada el cambio de una colmena a otra, en el mismo lugar. [22] Pero si en la colmena a la que se les quiere trasladar se echa apiastro, que es un alimento que les agrada mucho, y se pone también un trozo de panal, no se dan apenas cuenta del cambio. El alimento que encuentran al comienzo de la primavera en’ las flores de los almendros y los cerezos, las pone enfermas del vientre y se les cura haciéndoles beber orina. [23] Se llama «propóleo» a una especie de betún de que se sirven las abejas, principalmente en verano, para proteger la abertura de su colmena. Es la misma substancia que los médicos emplean para los emplastos, por lo cual se vende en la Via Sacra todavía más cara que la miel misma. La materia gomosa con que bañan la colmena se llama «ligamaza»’ y con ella tapan los claros que separan los extremos del panal, y es distinta de la miel y del «propóleo», Por esta razón se le considera con virtud atractiva, cuando se quiere, por ejemplo, que un enjambre se fije sobre la rama.de un árbol o en otra parte, no hay más que frotar aquel sitio con «erithace» mezclado con apiastro. [24] Los panales son de cera y tienen diversos compartimientos con seis lados cada uno, tantos como patas ha dado Ja naturaleza a cada abeja. Para elaborar sus cuatro substancias diferentes, la miel, la cera, la ligamaza y el «propóleo», no emplean las flores de las mismas plantas. Algunas, como las del granado y las de los espárragos, no les dan más alimento; las del olivo, cera, y la higuera sólo miel, aunque no muy buena. [25] Las de otras plantas, como las habas, el apiastro, lo mismo la calabaza y la col, contienen dos elementos, el alimento y la cera; y las de otros árboles, como el manzano y el peral silvestre, les dan alimento y miel también producen dos substancias, miel y cera, las amapolas. Y las de otras, finalmente, retienen los tres principios, el alimento, la cera y. la miel, tales como el almendro y la berza silvestre. Igualmente, hay otras flores de las cuales sacan ya una sola, ya varias de las mencionadas substancias. [26] Hay que distinguir, sin embargo, también aquellas plantas de las cuales sacan una miel líquida, como la flor de la chirivía, y otras de las que, por el contrario; sacan una miel sólida, como el romero. La miel de la higuera es insípida, un poco mejor la del cítiso y la mejor de todas es la del tomillo. [27] Además de la comida, es necesario que dispongan de agua limpia para beber, por lo cual hay que tener cerca de las colmenas una corriente o algún depósito en el cual el agua no tenga más de dos o tres dedos de profundidad, colocándose allí piedrecitas o ladrillos, formando con ellos sitios secos en los cuales puedan posarse las abejas para beber. Hay que cuidar de que el agua sea siempre pura, pues esto influye considerablemente en la calidad dela miel. [28] Comoquiera que el enjambre no puede salir en cualquier tiempo a recoger su alimento, hay que preparárselo a su alcance, por temor de que, viéndose obligadas a vivir sólo de la miel, dejen exhaustas las colmenas. A este efecto, se hacen hervir en seis congios de agua unas diez libras de higos, y con la- pasta que se forme se hace una especie de tortas que se colocan cerca de las colmenas. Algunas ponen también unos vasitos con agua de miel, en medio de los cuales flote un trocito de lana purísima. De esta manera las abejas pueden colocarse allí para beber sin el riesgo de caerse al agua ni de ahogarse. Hay que colocar un vaso por cada colmena y se les llena cada vez que se van quedando vacíos. Otros mezclan uva pasa e higos deshechos en un mortero y echan allí vino hervido, reducido a sus dos terceras partes por la cocción. Con lo que queda se hacen unas tortas que se colocan no lejos de las colmenas a fin de que las abejas puedan encontrarlas a su paso, cuando (en invierno) vayan a buscar su comida, [29] Cuando se prepara la huida de un enjambre, lo que suele ocurrir cuando ha habido muchas abejas nacidas, las de la anterior generación quieren enviarlas a formar otra colonia, como tuvieron que hacer los sabinos a causa de la muchedumbre de sus hijos; tal resolución suele anunciarse con signos precursores. En primer lugar, unos días antes, principalmente al atardecer, se ven en las aberturas de la colmena grupos de abejas apelotonadas unas con otras, formando como unos racimos de uva; [30] o también en disposición de echar a volar, y cuando ha comenzado ya el movimiento de huida hacen un ruido muy grande, a manera de un ejército que levanta el campamento. Las que salen primero comienzan a dar vueltas alrededor de la colmena, esperando que las otras, que todavía no se han reunido, les sigan. [31] Cuando el guardián de la colmena se da cuenta de estas señales no tiene que hacer más que echar polvo sobre las abejas, y haciendo sonar a su alrededor cualquier cacharro de cobre para hacerles miedo, podra de este modo llevarlas a donde quiera, teniendo cuidado de colocar cerca de su nueva residencia una rama untada con ligamaza y apiastro, que tanto agradan a las abejas. Cuando ha conseguido detenerlas coloca una colmena frotada interiormente con dichas substancias-y, echando humo por todo alrededor, les obligara a entrar en ella, y de tal manera se asienta allí la nueva colonia que, aunque se la coloque cerca de la – anterior no hay medio de hacer que vuelva a ella, así el nuevo domicilio lo quieren mejor que el otro. [32] He aquí ahora lo que entiendo es conveniente hacer en relación con la cría de las abejas, y de los cuidados que exige; voy a ocuparme, pues, de lo que hace referencia al fruto que de ellas se obtiene. La señal para sacar los panales de la colmena es que estén llenos, cosa que las mismas abejas dan a conocer haciendo un gran ruido en torno de las colmenas, y se les ve atropellarse unas a otras-entrando y saliendo, o también cuando, al quitar la tapadera, se ven las celdillas cubiertas con una capa de miel, señal clara de que están totalmente llenas, [33] Algunos dicen que, al sacar la miel, es conveniente dejar en la colmena una décima parte. Que si se saca toda, las abejas se escapan. Algunos dejan más de lo que he dicho. A las abejas les sucede lo que a las tierras: se aumenta el rendimiento de un campo dejándole barbecho algún tiempo; el de las abejas se aumenta igualmente, y al mismo tiempo se logra que cobren afecto a la colmena, dejándoles, alguna vez, si no toda la miel, por lo menos la mayor parte de ella. [34] Se cree que es mejor catar las colmenas la primera vez en la época de salida de las Pléyades; la segunda vez en verano y la tercera después del ocaso de las Pléyades. En esta última cata, no se debe sacar más de la tercera parte de la miel, aun cuando la colmena esté llena; así, las otras dos terceras partes quedaran allí como provisión para el invierno. Si la colmena no esta más que a medias, no se debe sacar la miel de una sola vez en presencia de las abejas, a fin de no desanimarlas. Si en los panales que se van sacando se observa una parte vacía de miel, o algo echada a perder, se corta con un cuchillo. [35] Hay que cuidar de que, entre las abejas, las más fuertes no opriman a las más débiles. Esto tendría como consecuencia una disminución del rendimiento. A este efecto, se escogen las más vigorosas para colocarlas bajo otro rey. Cuando se observa que riñen entre sí es conveniente remojarlas con agua mezclada con miel, lo que hace que cese la pelea y se retiñan todas, más apretadas, para disfrutar juntas de lo dulce. Esto se consigue todavía mejor, si en lugar de agua se les echa vino. Atraídas por el olor del vino, se buscan con más ‘prisa y se emborrachan al absorberlo. [36] Cuando las abejas se muestran remisas a salir y permanecen en la colmena en gran número, hay que recurrir a echarles humo y a poner en los alrededores algunas plantas olorosas, principalmente apiastro y tomillos. [37] Hay que tener mucho cuidado para evitar que perezcan por exceso de calor o de frío. Cuando, al ir en busca de su alimento, se ven sorprendidas por la tempestad o por un frío repentino (lo que sucede, sin embargo, raras veces), o cuando a causa de las gotas de la lluvia se ven lanzadas a tierra, sin fuerza y sin movimiento, hay que recogerlas y ponerlas en un vaso que se colocara en un sitio donde haya una temperatura agradable y tenerlas allí hasta que la tempestad haya pasado. Se les echa ceniza de madera de higuera caliente más bien que templada y luego se sacude ligeramente el vaso, sin tocar las abejas, y se les deja al sol. [38] Cuando sienten el calor se reaniman y toman nueva vida, como las moscas que han sido sumergidas en agua. Este tratamiento hay que aplicarlo no lejos de las colmenas, para que puedan volver a su domicilio tan pronto como se hayan reanimado y comenzar de nuevo su trabajo.

XVII.

[1] Entre tanto vino a nosotros Pavón, quien dijo: —-Si queréis levantar el ancla, en este momento se están examinando las últimas tablas de la elección y el pregonero ha comenzado a proclamar al edil designado por cada tribu.— En este momento Apto se levantó para ir a felicitar a su candidato y marchar a sus huertos. Y Mérula, dirigiéndose a Axio, continué: —Dejaremos para otro día el tercer acto de los cuidados de la granja, de que te toca hablar a ti, Axio.— Todos se levantaron y yo me quedé solo con Axio, mirandonos uno a otro, como si ambos supiéramos que nuestro candidato habría de venir a buscarnos. —-No me importa que se haya marchado Mérula —me dijo—, [2] pues lo que queda por decir me es sobradamente conocido. Hay dos clases de viveros para el cultivo de los peces: unos de agua dulce y otros de agua salada; los primeros los preparan las gentes del pueblo, y no con poco provecho, y se mantienen de las aguas que proporcionan las linfas a nuestras granjas; los otros, por el contrario, son de agua marina, siendo Neptuno el que la proporciona a estos peces, y son preparados por los nobles más para recreo de sus ojos que por la utilidad, ya que más bien contribuyen a vaciar la bolsa de su dueño que a llenarla. En primer lugar, se construyen con grandes gastos; en segundo lugar, se llenan con no menos dispendio, y en tercer lugar, se mantienen a un coste elevado. [3] Hirro sacaba de los edificios de sus viveros para peces cerca de doce mil sestercios. Sin embargo, el sostenimiento de los peces se llevaba toda la ganancia. No hay que admirarse de ello. Recuerdo que una vez prestó a César seis mil murenas con la condición de que las devolviese en su peso, y es a causa de la enorme cantidad que tenía de estos peces, por lo que su granja llegé a ser vendida en cuatro millones de sestercios. He aquí por qué se hace bien en llamar dulces a nuestros viveros de tierra adentro y de la gente plebeya, mientras que se llaman amargos a los otros. ¿Pues, ¿quién de nosotros se contenta con un solo vivero de agua dulce? Y, ¿quién, por el contrario, no se goza con tener varios viveros de agua marina en comunicación unos con otros. [4] Como Pausias y otros pintores de su clase, que tienen unas cajas grandes y dentro de ellas otras cajitas en las que ponen tantos colores como emplean en sus cuadros, así muchos tienen los estanques divididos en compartimientos, en los que colocan los peces de cada especie, y sobre todo aquellos que consideren sagrados, los cuales ningún cocinero presentara a la mesa; mucho más sagrados, Varrón, que los que tú viste en Lydia, en un sacrificio que hacías cerca del mar, que se agrupaban al son de la flauta de un griego y se acercaban hasta el ara misma, no osando nadie cogerlos, mientras los isleños danzaban alrededor. [5] Nuestro familiar Quinto Hortensio, cuando tenía grandes viveros para peces en Bauli, que le habían costado tanto dinero, mandaba a comprar en Puzol los peces que servía en su mesa, como yo mismo lo he visto» muchas veces cuando estaba en su granja. [6] Y no se contentaba con no comerse-sus propios peces; era necesario que él mismo los alimentara poniendo más diligencia en el cuidado del apetito de sus barbos que yo en el de mis asnos de Résea. Y téngase en cuenta que, no sin grandes dispendios, les suministraba comida y bebida, pues yo, con un solo criado, un poco de cebada y de agua, mantengo mis hermosos asnos. En cambio Hortensio para atender a sus viveros tenía gran número de criados pescadores, ocupados continuamente en coger pececillos y echárselos a los mayores. [7] Además, cuando había tempestad y no se podían tender las redes había que reemplazar esta alimentación viva, agotando el mercado de mariscos, que son el alimento del pueblo. Hortensio te habría permitido más a gusto llevarte todos los mejores caballos de tiro de su cuadra que tomar un solo barbo de sus estanques. [8] Y el cuidado que daba a sus peces cuando estaban enfermos, no lo tenía, ni mucho menos, para sus criados más habría preferido que estos últimos bebieran agua fría en su enfermedad, que no ninguno de sus peces, Censuraba a M. Lúculo, de quien decía que era el hombre que menos se preocupaba del bienestar de sus peces; en sus viveros no había estanques apropiados para el verano; no se les cambiaba el agua y se les dejaba allí habitar en medio de la más inmunda pestilencia. [9] Por el contrario alababa a L, Lúculo, que había hecho perforar una montaña cerca de Napoles sólo con el fin de proporcionar a. sus viveros agua salada del mar, tal como la marea le hacía subir o bajar; pues era el mismo Neptuno para sus peces, había preparado para sus queridos peces una morada más fresca para el verano, como suelen hacer los pastores de la Apulia con sus ganados en la época de los grandes calores que los conducen a los montes Sabinos, en Bayas, su amor por los peces llegó al extremo de autorizar a su arquitecto para que construyera un canal subterráneo, aun cuando le costara toda su fortuna, a fin de que pudiera hacer entrar en sus viveros el agua del mar por medio de una esclusa dos veces al día, desde el primer cuarto hasta la luna llena, volviendo a desalojarla después de haberlos refrescado.— [10] Así hablábamos cuando con un enorme estrépito vimos entrar por la derecha a nuestro candidato que había sido nombrado edil. Nos acercamos a él y, después de felicitarle, le acompañamos hasta el Capitolio. De allí nos separamos para marchar cada uno a su casa. Y he aquí, en lo que te he dicho, querido Pinno, resumida la plática que tuvimos sobre los cuidados de la granja.