Cayo Salustio Crispo, el historiador de la República romana

Cayo Salustio Crispo fue un escritor e historiador romano durante los periodos finales de la República romana. Su trabajo documento el turbulento final de la República.

Introducción

La siguiente es una biografía escrita por Gabriel Infante en 1804 de Cayo Salustio Crispo. Infante fue el traductor al español de gran parte de la obra de Crispo, y como tal tomó gran interés por su vida y logros. Uno de los trabajos de Cayo Salustio Crispo fue su recuento histórico de la guerra de Jugurta. Puede leer el libro completo siguiendo el siguiente enlace: La guerra de Jugurta, por Cayo Salustio Crispo.

Cayo Salustio Crispo

A Cayo Salustio Crispo hicieron famoso su vida y sus escritos. La memoria de éstos durará cuanto durare el aprecio de las letras. Aquélla debiera pasarse en silencio y aun sepultarse en el olvido. Diré, sin embargo, brevemente que nació en el año 668, o en el 669 de Roma (86 – 35 a. de J. C.), en Amiterno, pueblo de los sabinos, en el mismo confín del Abruzo, no lejos de la ciudad de la Aquila, la cual, según Celario afirma, se engrandeció con sus ruinas. Fue de familia ilustre. De pequeño se aplicó a las letras, y trasladado a Roma y a los negocios del foro, se dejó arrastrar de la ambición, vicio que no se avergüenza de confesar, o porque era general o porque, según frase del mismo, se acerca más a la virtud. De edad de treinta y cuatro años, en el de 702 de Roma, obtuvo el tribunado de la plebe. En esta magistratura se hubo muy mal; y en él y en los dos siguientes años dio motivo a que se le echase con ignominia del Senado. Favorecióle Julio César y le restituyó a su lugar y dignidad, honrándole después con la cuestura y pretura y últimamente, por los años 707 de Roma, con el gobierno de la Numidia, en cuyo empleo acabó de darse a conocer saqueando la provincia. Fastidiado de los negocios, quizá porque no le salían a su gusto, se resolvió a vivir privadamente el resto de su vida. Murió de cincuenta años (no de setenta, como Juan Clere afirma) si es cierto lo que también este autor, siguiendo la común opinión, dice que nació en el año 669 de Roma, en el tercer consulado de Lucio Cornelio Cina y Cneo Papirio Carbón, y que murió en el de 719, siendo cónsules Sexto Pompeyo y Sexto (o Lucio) Cornificio, cuatro años antes de la batalla Acciaca.

Estatua de Salustio.
Estatua de Cayo Salustio Crispo.

En cuanto a sus obras hay varias opiniones acerca del tiempo en que las compuso. Juan Clere sospecha, que así el Catilina como el Jugurta se escribieron poco después de haber Salustio obtenido el tribunado. Pero sus conjeturas de haber vivido entonces Salustio apartado de los negocios y de no ser enemigo de Cicerón, son muy endebles. Porque también después del gobierno de la Numidia vivió retirado, y en los últimos años de su vida en que pudo escribir sus obras, habría ya cesado la enemistad con Cicerón, puesto que éste había muerto algunos años antes, en el de 711 de Roma. Fuera de que, con lo que el mismo Clere añade: no ser aquellos escritos de un hombre de pocos años, destruye sus conjeturas, porque acababa de decir que Salustio nació en el 669 de Roma y, según esta cuenta, en el de 702 tendría poco más de treinta y tres años. Soy de parecer que ambas obras se escribieron después de la muerte de Julio César o de los idus de marzo del año 710 de Roma. Del Catilina lo da a entender claramente el mismo Salustio en la comparación que hace entre César y Catón. Hubo -dice- en mi tiempo dos varones; y no hablaría de este modo si entonces viviera Julio César. Siendo, pues, constante que el Catilina se escribió antes que el Jugurta, lo que además del general consentimiento de los doctos, se reconoce por el exordio del mismo Catilina, donde se muestra que éste fue el primer ensayo de sus escritos, en las palabras: vuelto a mi primer estudio, de que la ambición me había distraído, determiné escribir la Historia del pueblo romano, se convence que también el Jugurta fue posterior a la muerte de Julio César.

Pero yo añado que esta última obra tardó aún algunos años en escribirse, y que lo indica bastantemente Salustio, cuando en su exordio, después de haber dicho: los magistrados y gobiernos, y en una palabra, todos los empleos de la república son, en mi juicio, en este tiempo muy poco apetecibles, prosigue hablando de esta suerte contra los que atribuían su retiro o flojedad y desidia: los cuales si reflexionan, lo primero, en qué tiempos obtuve yo empleos públicos y qué sujetos competidores míos no los pudieron alcanzar; y además de esto, qué clases de gentes han llegado después a la dignidad de senadores, reconocerán sin duda que no fue pereza la que me hizo mudar de propósito, sino justa razón que para ello tuve. Porque las palabras en este tiempo, en qué tiempos obtuve yo y qué clases de gentes han llegado después, etc., manifiestan que había pasado mucho tiempo desde que Salustio obtuvo empleos, esto es, desde los últimos años de Julio César hasta que trabajó esta obra.

Aún más claro en el mismo exordio. Habiendo dicho que los que obtienen con fraudes los empleos de la república, no por eso son mejores, o viven más seguros, prosigue así: El dominar un ciudadano a su patria y a los suyos y obligarles con la fuerza, aun cuando se llegue a conseguir y se corrijan los abusos, siempre es cosa dura y arriesgada, por traer consigo todas las mudanzas de gobierno: muertes, destierros y otros desórdenes; y por el contrario, empeñarse en ello vanamente y sin más fruto que malquistarse a costa de fatigas, es la mayor locura, si ya no es que haga quien, poseído de un infame y pernicioso capricho, quiera el mando para hacer un presente de su libertad y de su honor a cuatro poderosos. Donde, en mi juicio, señala Salustio como con el dedo la mudanza de la república en monarquía en las palabras: todas las mudanzas de gobierno; la muerte de César y las proscripciones que con ese motivo hubo en las inmediatas: muertes, destierros y otros desórdenes; la temeridad y locura de Bruto y Casio, que prometiéndose restituir la libertad a Roma con el asesinato de Julio César, no hicieron más que poner el gobierno en manos de los triunviros, en lo que sigue: es la mayor locura, y hacer un presente de su libertad y de su honor a cuatro poderosos. Y esto prueba bien que Salustio escribió el Jugurta cuando estaba en su auge el triunvirato, esto es, años después del 711 de Roma.

No pudo Salustio hablar en otro tono de César, a fuer de agradecido; ni nombrarle no declarar a los triunviros, porque había en ello riesgo, y así se contentó con darlo a entender por estos rodeos.

La misma serie del Jugurta manifiesta que Salustio no acabó de perfeccionarlo, porque su última mitad está defectuosa en varias partes. No nombra la ciudad que se tomó por la industria y valor del ligur; ni el alcázar real, a cuya conquista fue Mario cuando llegaron los embajadores de Boco al campo de los romanos; y aun la prisión y entrega de Jugurta a Mario y el triunfo de éste lo cuenta con la mayor frialdad, como quien solamente apunta y, por decirlo así, toma los cabos de lo que se propone tratar con más extensión. Ni dice nada del paradero de Jugurta, que unos creen que murió de hambre y frío en un silo, otros que fue precipitado de la Roca Tarpeya y otros, con Paulo Orosio, que le fue dado garrote en la cárcel.


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